Cassandra Ciangherotti, la "it girl" del Festival de Cine de Guadalajara
Cassandra Ciangherotti lleva una década en el negocio. Su primera película la hizo cuando tenía 19 años y desde entonces no ha parado ('Paradas Continuas', 'Tlatelolco'). El cromosoma de la actuación lo lleva en la sangre, muchísimos en su familia se dedican al arte de la interpretación, quizá el más conocido de ellos, su papá, Fernando Luján. Y Cassandra se siente apoyada al cien por ciento en su carrera y en sus proyectos.
Tal vez es por eso que es tan raro escuchar salir de su boca, "Sales de la carrera y dices, ¿soy actriz o estudié actuación? A lo mejor vas a una alfombra roja y nadie te toma una foto y no sales en las 80 revistas, entonces…¿soy actriz o en qué consiste?"
Dudas como ésta, que quizá otros se reservarían, Cassandra las suelta con toda naturalidad. Eso es lo primero que encanta de ella. Simple y sencillamente su honestidad. Y ya de paso su humildad. Con el pelo suelto, un vestido corto y un saco, Cass posa frente a la cámara de Quién.com destilando toda la sexytud de la que es capaz. Nos regala cien diferentes emociones en un lapso de diez clicks, y no para un segundo. Gesto, gesto, vuelta, mirada, gesto. Si eso no es una actriz, entonces no sabemos qué lo sea.
Del 21 al 30 de marzo, Cassandra Ciangherotti estará recorriendo las alfombras rojas del Festival de cine de Guadalajara. Además de Johanna Murillo es Cassandra la que estará recolectando miradas. El proyecto con el que compite por el premio Mezcal viene respaldado por todos los nombres posibles. Un elenco integrado por "mujerones" como María Rojo, Isela Vega y Arcelia Ramírez; y una dirección y guión por parte de Catalina Aguilar Mastretta, hija de la escritora Ángeles Mastretta y el periodista Héctor Aguilar Camín que debuta con su ópera prima 'Las horas contigo' y que, de todas las actrices posibles, eligió a Cass como su estrella.
"Con Catalina fue muy padre. Tuve una relación de enamoramiento. La admiraba mucho. Dije Me voy a dejar dirigir por esta niña porque es su guión y está entendiendo las cosas. Es muy buena directora", nos cuenta Cassandra emocionada.
Para filmar 'Las horas contigo', las actrices y el crew se encerraron en una casa en Puebla para recrear la historia de Ema, una mujer que recibe la noticia de que está embarazada justo cuando se ve llamada a atender a los últimos días de vida de su abuela. La relación con su mamá es una más que disfuncional y ella se ve en la disyuntiva, ¿tengo a este hijo o me evito los problemas que yo misma tuve con mi madre? Lo complicado del rodaje para Cassandra fue vivir día tras día el luto que conllevaba la historia que estaban filmando. Y con su usual honestidad nos cuenta, "Yo nada más tuve una abuela, de parte de mi papá nunca los conocí, de parte de mi mamá mi abuelo falleció entonces nada más tenía una abuela con la que nunca tuve una relación muy cercana, la veía muy poco. Para nada la relación que tiene Ema con la abu. Nunca había vivido una muerte en mi vida, se me había muerto un perro. Lo tuve que construir de la nada".
Es chistoso escucharla hablar de la filmación. Es como si en su cara se dibujara una extraña mezcla entre nostalgia, emoción y dolor. Y continuamente mientras platica, se detiene a medio enunciado, se va a algún lugar que sólo ella conoce, suspira y regresa para continuar con la historia. Al respecto sólo suelta frases como "Tuvimos experiencias fuertes en este rodaje", pero no dice más, o se ríe como si supiera un chiste que no pretende compartir.
En otros temas es mucho más abierta. No se cansa de expresar muchísima admiración por sus compañeras. A María Rojo, quien hace el papel de su mamá, la llama un bicho cinematográfico, "Es impresionante como la cámara la adora"; a Isela Vega, su abuela, le guarda un "Es lo que yo quiero ser cuando sea grande", pero es a Arcelia Ramírez a quien verdaderamente le muestra devoción. "La señora Arcelia Ramírez…wow. ¡Qué mujer! Es LA mujer".
De Arcelia, quien fungió como su mentora durante la filmación, aprendió el poder disfrutar del drama de un personaje sin dejarlo golpear a su persona fuera de la historia. O como ella lo pone, "sin partirte la m*dre". Pero fue finalmente su directora, Catalina, la que, durante el encierro en Puebla, se convirtió en una figura francamente maternal. "Si me sentía triste, si extrañaba, en las escenas en las que lloraba mucho siempre estaba conmigo".
Además de estar lejos de su familia y su casa, filmar en Puebla representó un reto en sí. "Me encantaba el rollo del Popocatépetl", nos cuenta riendo sin parar. "Teníamos una escena donde se tenía que ver el Popo y nunca se veía, puro humo, puro gris. ¡Ya, ya salió el Popo! Y ahí vamos todos, dejábamos de hacer la escena y llegábamos y otra vez todo gris. Nos teníamos que ir. Y así otra vez. Eso me daba mucha risa."
Hasta ahorita Cassandra ha visto sólo una parte de la película terminada, pero no ha visto ni remotamente el corte final. Como muchos de los asistentes al Festival de Guadalajara, se está esperando a que se apaguen las luces para verse por primera vez como Ema en pantalla. "Está padre vestirte para el evento y todo y que tenga el propósito de la voy a ver. Que sea una sorpresa y la goces".
Si su personalidad súper franca no fuera suficiente para salir de Guadalajara como la nueva "it girl" del festival, seguramente su figura de bailarina, su mirada intensa pero evocativa y un sentido del humor entre oscuro y atrevido la ayudarán a hacerlo. Cassandra no tiene nada de qué preocuparse. Ya lo dijo ella, sufrió de dolores de panza durante la filmación, ahora le toca a Catalina morderse las uñas por ganar el premio Mezcal. Pero se queden o no con el trofeo, Cass regresa feliz al D.F. porque sabe que lo que importa es presentar su película y que el público se puede llevar el mensaje que cargan. "Las mujeres heredamos y uno tiene que sanar esas historias por el bien de las personas que estamos trayendo al mundo".
Y por sí quedaba duda, ya fuera de su ropa para la sesión de fotos, con lentes oscuros, el pelo amarrado y las llaves del coche en la mano, Cassandra sigue siendo tan actriz como en el primer cuadro en el que entre mechones de pelo volteó a ver a nuestra cámara con toda la emoción de la que unos ojos son capaces.