La infanta Cristina, imputada en el caso de corrupción de su marido
Tras más de un año sufriendo en silencio por el escarnio público y las investigaciones judiciales a las que se ve sometido Iñaki Urdangarin -- quien podría haber concurrido en un delito de malversación de fondos públicos -- los temores de la infanta Cristina y, por extensión, de toda la familia real española parecen haberse hecho realidad: la hija menor del rey de España tendrá que prestar declaración en los tribunales, en calidad de imputada, por su vinculación directa a las entidades que presidía su marido y que serían el epicentro de un entramado de prácticas ilegales. Aunque la posibilidad de que la infanta se viera salpicada legalmente por los supuestos delitos del duque de Palma ya se había debatido con intensidad en los medios de comunicación, buena parte de la opinión pública ha acogido la impactante noticia de la imputación con una evidente sensación de sorpresa.
A pesar de la negativa de la casa real a ofrecer una valoración del escándalo, que por primera vez golpea de lleno a un descendiente directo del monarca español, es más que probable que la última decisión del juez que instruye el llamado caso Nóos haya sentado como un jarro de agua fría a los reyes, especialmente a una expresiva reina Sofía que, desde el comienzo del proceso judicial, ha mostrado a través de sutiles gestos la gran preocupación que vive por el futuro de su hija. La angustia y la inquietud que sentiría la esposa del soberano han sido, además, uno de los temas que más repercusión han generado en la crónica social durante las dos últimas semanas, ya que en sus últimas apariciones públicas en Palma de Mallorca, doña Sofía posó ante los fotógrafos esbozando una forzada sonrisa que se unía a la incomodidad del resto de su familia -la infanta Elena, y los príncipes de Asturias-- al presentarse en la catedral de la ciudad para la misa pascual.
Se desconoce si la tensión que se pudo entrever en las caras de los miembros más destacados de la corona se debía a que estos sospechaban de algún modo el destino que le esperaba a la ausente Cristina, quien en Semana Santa prefirió refugiarse con sus hijos en las pistas de esquí de Baqueira Beret.
Ha sido precisamente su madre la que le ha brindado un apoyo más evidente durante el doloroso juicio que afronta su marido, pero la relación entre la duquesa de Palma y el resto de su familia se ha enfriado progresivamente desde que Urdangarin empezara a acaparar portadas por sus supuestos fraudes. Tanto Cristina como Iñaki ya han desaparecido por completo de lo que se considera el núcleo central de la familia real, lo que implica no solo que hayan sido apartados de los actos oficiales sino que también denota lo que es un secreto a voces: don Juan Carlos ha desterrado sin miramientos a su propia hija de la vida diaria de la monarquía española.
La soledad que viviría la infanta Cristina en relación al rechazo de parte de su familia ha sido otro de los asuntos más llamativos que han poblado las portadas de las revistas del corazón, y cabe la posibilidad de que esta dinámica se intensifique tras su imputación. Lo que ya está claro es que las llamadas de atención que ha recibido la infanta de algunos políticos y miembros de la prensa -se rumorea que también de su propio padre- sobre la solución del divorcio para sortear la imputación, han caído en saco roto tras el auto judicial del magistrado José Castro.
cd