Reconocen labor altruista de Sean Penn en Haití
Sean Penn ya no vive en una carpa rodeado por unas 40 mil personas desesperadas en un enlodado campo de golf. Y ya no corre por la capital con una pistola Glock en la pretina, levantando sacos de arroz donado y alertando sobre una crisis humanitaria.
Pero el actor tampoco ha perdido interés en Haití, un país azotado por uno de los peores desastres naturales de la historia. Desafiando a los escépticos, ha echado raíces en un país que ni siquiera había visitado antes del terremoto de enero del 2010, y se ha convertido en una importante figura en los esfuerzos de reconstrucción.
"Al principio pensamos que iba a ser una de esas celebridades que no pasan de una noche'', dijo Maryse Kedar, presidente de una fundación educativa que ha trabajado junto a Penn.
"Puedo decir que Sean sorprendió a mucha gente aquí. Haití se convirtió en su segundo hogar''.
El papel de Penn en Haití ha evolucionado en dos años de una recuperación llena de idas y venidas.
Comenzó dirigiendo a un grupo de voluntarios, pasó a ser el alcalde extraoficial de un campo de golf convertido en refugio para desplazados y se convirtió en miembro de lo que hace las veces de establishment en Haití: una parte del círculo del presidente que se dirige a inversionistas en conferencias de ayuda y representa ante el mundo a este país caribeño en ruinas.
Ahora es un embajador plenipotenciario para el presidente Michel Martelly, el primer extranjero en recibir tal designación, y director ejecutivo de la Organización de Ayuda a Haití J/P, un grupo cada vez más prominente. El actor, quien será honrado por su trabajo en Haití el próximo miércoles con el Premio Cumbre de Paz 2012 en la 12 Cumbre Mundial de Laureados Nobel de la Paz en Chicago, se ha unido a una causa a todas luces insólita: ayudar a un país que ha sido sacudido por una calamidad tras otra.
"Este país finalmente está saliendo del hoyo'', dijo Penn en una entrevista en una casa en la capital haitiana que sirve como amortiguador de su organización no gubernamental, con cuartos divididos por contrachapado y un cartel en la cocina que dice que no se puede repetir hasta que todos hayan comido.
Es raro ver a un famoso de su talla en este tipo de ambiente. Penn trae glamour a un país que no lo tiene, donde las calles son mayormente de tierra y la mayoría de la gente no cuenta con un sistema de tuberías, mucho menos con un trabajo estable. Sus políticas izquierdistas no parecen corresponder con las derechistas de Martelly, y su liderazgo de un grupo de ayuda parcialmente fundado por la ONU no cuadra con sus desdén hacia las organizaciones no gubernamentales extranjeras. Su lenguaje mordaz no es exactamente diplomático.
Pero quizás haya cierta lógica en la aventura de Penn en Haití. Es un actor cuyos papeles más famosos son de desvalidos y cuya política frecuentemente lo pone en desacuerdo con el gobierno de Estados Unidos, abrazando a figuras como el presidente socialista de Venezuela Hugo Chávez. Haití es una tierra de contrastes y contradicciones, un país pobre a la sombra de Estados Unidos, un lugar de inspiración y desesperación.
O quizás sólo quiere ayudar, dice Bichat Laroque, un hombre de 26 años que vive con su madre en el campamento para desplazados administrado por la organización no gubernamental de Penn: "Se casó con Madonna y ha hecho mucho dinero y después de un terremoto terrible dice, 'Hagamos cosas buenas en Haití'''.