`Ya me siento mexicano´: Benedicto XVI
El domingo nuestro país terminó de "enamorarse" del Sumo Pontífice; el viernes, llegó a México, sencillamente aquél que fue designado por el Cónclave como el sucesor de Juan Pablo II, este lunes, se va el segundo Papa mexicano, Benedicto XVI.
Y es que fue el Santo Padre mismo quien lo aceptó: "Ahora puedo decir que México va a permanecer en mi corazón, puedo decir que desde hace muchos años rezo por México, pero a partir de ahora, lo haré más. Ahora puedo decir, que como el Papa Juan Pablo II, me siento mexicano".
A las 21:15 de la noche, con esas palabras, a las afueras del Colegio Miraflores, Joseph Ratzinger terminó de convencer a todos de su humanidad, su cercanía y su ya amor por México, seguramente él mismo se preguntó, ¿por qué pospuso tanto el encuentro?, y este lunes que dijo adiós, pasadas las 10:00 a.m., quizá no dudará en regresar, aunque no sea pronto.
"...Amigos mexicanos, mi breve pero intensa visita llega a su fin, pero no así el fin de mi afecto y cercanía de un país que ya vive en mí. Me voy colmado de experiencias y atenciones y muestras de afectos recibidas. Pido al Señor que mi visita produzca frutos para una vida de fe, esperanza y caridad. Llamo al pueblo mexicano a no dejarse amedrentar por las fuerzas del ma.
"Aliento a los católicos mexicanos a no ceder a la mentalidad que termine sacrificando a los más débiles e indefensos, los invitó a renovarse desde sus fundamentos para alcanzar una vida justa. Amigos, les digo adiós, queden con Dios y hasta siempre en el amor de Cristo, que el Señor les bendiga y María Santísima les proteja, muchas gracias", agregó el Papa, en su discurso del adiós.
En tanto, la despedida al Santo Padre, corrió a cargo del presidente de la República, Felipe Calderón, quien en el hangar especial, construido para la primera estancia de líder de la Iglesia en suelo azteca, recalcó en su discurso la importancia de que en México se espera que su llegada haya recuperado los valores y que insiste a la juventud a no dejarse envolver por la violencia y el falso éxito de la criminalidad.
Expresó, además, su compromiso de "edificar una sociedad más justa y proteger a nuestros niños y jóvenes", siempre cuidadoso de los valores y derechos humanos.
"Han sido tres días de intensa emoción, en los que los mexicanos se han encontrado con el profundo pensamiento de un hombre espiritual y (el Papa con) la entrega de un pueblo que expresa su fe en plena libertad (...) México nunca olvidará a Su Santidad, y lo llevará en el alma.
Llévese para siempre las sonrisas de los niños y las porras de los jóvenes, un recuerdo de un México que lo quiere y que siempre lo recibirá con los brazos abiertos", añadió el Primer Mandatario, quien agradeció la estancia del máximo jerarca de los católicos, "que nunca olvidaremos" y le extendió una nueva invitación: "México es y será siempre su casa", finalizó.
A las 10:03 a.m. con una amplia sonrisa, Benedicto XVI volteó, bendijo y desapareció por la puerta que se cerró a las 10:04 de la mañana, para dirigirse a Santiago de Cuba, -en el marco del 400 aniversario del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, y ofrecerá a las 5:30 de la tarde una misa en la plaza Antonio Macedo-, con "Las Golondrinas" de fondo, el "Shepherd One", como se le conoce al avión que transporta al Santo Padre, despegó de tierra mexicana a las 10:22 a.m.
Lo "conquistan" los olores y sabores mexicanos
Las porras, los canticos y el cariño de todos los mexicanos arrancaron en más de una ocasión la sonrisa honesta y sincera del Papa, sin embargo, hubo otra particular cosa del país que "conquistó" a Benedicto XVI, la comida.
Así, durante su permanencia en México, en su primera noche, Su Santidad cenó crema de espárragos y pescado, mientras que por la mañana del sábado, se decidió a probar al más típico y le sirvieron jugo de naranja y huevos rancheros, no muy picosos.
Siempre "seguidor" de los pasos de Juan Pablo II, rezó, el sábado, frente a una imagen de la Virgen de Guadalupe, que le trajeron desde México. Para su comida del día, el chef José Ibarra, encargado de sus menús, lo consintió con pasta hecha en casa, salseado de res y pastel de higo, para en la noche prefirió cenar platillos de su tierra, alemanes, servidos por un restaurante especializado de la comunidad.
Finalmente, el domingo desayunó, antes de ofrecer su primera misa multitudinaria, en el Parque Bicentenario, huevos fritos, tocino, y para endulzarse el día, probó las tradicionales conchas y orejas y tomó jugo de naranja.