El campo Ferragamo Parte 1
Vaya vida la que se dan los Ferragamo cuando descansan o veranean. Muy acorde a la tradición italiana de los cavalieri del laboro, Massimo y Ferruccio Ferragamo recrearon el concepto de casas de campo y montaron sendas propiedades donde el reposo se acompaña de actividades productivas, como fabricar vino y ofrecer servicios de hospedaje a los amantes de las mejores tradiciones italianas.
En una visita a sus propiedades en las cercanías de Florencia, pudimos conocer Il Borro, una propiedad de más de siete kilómetros ubicada en el Valle del Arno. Se trata de una finca histórica: dos veces pasó por las manos de los Medici y también ha sido propiedad de muchas familias nobles desde hace cientos de años. El duque Amadeo de Aosta vendió el lugar a Ferruccio Ferragamo en 1993: "La primera vez que vi estas tierras fue en 1986 en un viaje de cacería y me enamoré del lugar", platica Ferruccio.
Al comprar la propiedad, que todavía resentía el daño y abandono causado en esta región por la Segunda Guerra Mundial, Ferruccio concluyó que era necesario restaurar las casas y regenerar las tierras.
Él tuvo que restaurar los viñedos, preservar la arquitectura original de las villas y reconstruir la infraestructura de los puentes y carreteras. Entre Ferruccio, su esposa Ilaria y su hijo Salvatore inyectaron una nueva vida a la propiedad no sólo restaurando los edificios sino creando un modelo autosustentable que genera empleos.
El proyecto inició con la remodelación de la casa y Ferruccio, al estilo de los viejos jerarcas italiano, se aseguró que todos sus hijos tuvieran una propiedad ahí. "Ellos vienen en las vacaciones o los fines de semana y es maravilloso porque aquí es el lugar en donde nos podemos reunir y disfrutar a la familia", dice el cavaliere del Borro.
Ferruccio tiene cinco hijos de su primer matrimonio y otro, de 10 años, llamado Francesco, producto de su matrimonio con su segunda esposa, Ilaria, con quien lleva 13 años de casado. Ella es abogada pero participó en todo el rescate del lugar.
"Me encanta la decoración y dediqué dos años a renovarlo", nos cuenta mientras prueba uno de los vinos producidos por su marido. "Quisimos dejarla como debe de estar, con este estilo toscano que tanto nos gusta". Debido a las duras reglas italianas de reconstrucción de sitios históricos, la fachada quedó casi intacta. Lo que cambiaron fue el interior de la casa, dándole un ambiente lujoso pero cómodo, vivible.
No te pierdas la segunda parte de este artículo el lunes 6 de febrero.