Catherine y Guillermo, la boda que estremeció Londres
En punto de las 11:00 de la mañana, hora de Londres, una elegante Kate Middleton caminó hasta el altar de la Abadía de Westminster para contraer matrimonio con el príncipe Guillermo de Inglaterra. En el exterior del recinto, centenares de fanáticos se congregaban con la esperanza de ver brevemente a la pareja que se espera revitalice la monarquía.
Mientras los futuros reyes de Inglaterra emprenden su nueva vida de casados, se calcula que unas 2 mil millones de personas observaban por televisión el acontecimiento en todo el mundo.
Durante la ceremonia, la pareja parecía nerviosa pero feliz y recitó sus votos sin titubear ante el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams.
Afuera, un millón de entusiastas ocuparon las zonas en torno al Palacio de Buckingham, la Abadía de Westminster y otros edificios históricos de Londres con la ilusión de ser parte de este gran acontecimiento.
Antes del amanecer, las multitudes ya agitaban banderas frente a las cámaras de televisión, bajo un cielo cubierto y temperaturas moderadamente frías. Los asistentes estallaron en aplausos cuando se encendieron enormes pantallas de video en la plaza Trafalgar y el parque Hyde.
"Will, no es demasiado tarde", proclamaba un cartel alzado por una admiradora vestida de novia.
Un atuendo real
El vestido de novia de Middleton, color marfil con encajes, fue diseñado por Sarah Burton de la casa Alexander McQueen, y llevaba el pelo recogido en parte y decorado con una tiara. Mientras que Guillermo vestía el uniforme escarlata de la Guardia Irlandesa, una señal de apoyo a las fuerzas armadas y un refuerzo para su imagen de militar de carrera.
Y a pesar de todos los pronósticos, salió el sol en el momento que Middleton bajó del Rolls-Royce.
Título nobiliario
Guillermo y Kate recibieron su primer regalo de bodas real de parte de la reina: los títulos de duque y duquesa de Cambridge.
Los brillantes acompañantes
La madrina Pippa Middleton lució espectacular en un vestido blanco diseñado por Sarah Burton de la casa Alexander McQueen, en tanto el padrino, el príncipe Harry, vestía uniforme militar de parada.
Los invitados
Algunos de los asistentes fueron David y Victoria Beckham; el cantante Elton John y su esposo David Furnish; el príncipe Alberto de Mónaco y Charlene Wittstock; las princesas de York, Eugenia y Beatriz; los príncipes de Holanda, Guillermo y Máxima; el primer ministro británico, David Cameron; la condesa Sophia de Wessex; la reina Sofía y los príncipes de Asturias, Felipe y Letizia; la reina Margarita de Dinamarca; el nadador australiano Ian Thorpe; la princesa Victoria de Suecia y su esposo Daniel; el director de cine Guy Ritchie; el hermano de la princesa Diana, Charles Spencer; la primer ministro de Australia, Julia Gillard, entre otros.
La boda desde la calle
Una lluvia de confeti y un estallido de felicidad recorrió el viernes las calles de Londres cuando el príncipe Guillermo y su esposa, Kate Middleton, abandonaron juntos la Abadía de Westminster.
Con bandera británica en mano, decenas de miles de personas gritaron y saludaron a la joven pareja, así como a la reina Isabel II y al príncipe Carlos. Pero sin duda, los momentos de mayor emoción se vivieron con la llegada al templo de Middleton. Cuando, por fin, se desveló uno de los secretos mejor guardados y la gente pudo ver su vestido de novia, diseñado por Sarah Burton, directora creativa de la firma Alexander McQueen.
"Es muy bonito, está guapísima", dijo Cristina Iñesta, una española de 35 años. "La verdad es que los ingleses adoran a Kate, aunque no sea de sangre azul".
"La han aceptado muy bien", añadió.
Tampoco pasó desapercibida para el público la sonrisa de Guillermo al recibir a los pies del altar a su prometida y las breves palabras que intercambiaron, en las que se parecía entender que le decía: "Estás hermosa".
"Me ha hecho mucho ilusión ver el vestido de la princesa. Está preciosa ella", acertó a decir Gabriela Bonilla, una joven de El Salvador que seguía la celebración en las calles.
Desafiando el cielo nublado del amanecer y la amenaza de lluvia, británicos y turistas de todas las nacionalidades y de todas las edades se apostaban en los alrededores de la Abadía de Westminster, donde se ofició la ceremonia religiosa, y el Palacio Buckingham, punto de destino de la caravana nupcial, donde está previsto que los recién nombrados Duques de Cambridge saluden a la multitud.
Un buen puñado de seguidores decidieron ubicarse en la emblemática plaza de Trafalgar para seguir la retransmisión televisiva de la boda en una enorme pantalla gigante. El número de banderas británicas, fotos de los prometidos y de la familia real casi recordaba a la celebración de una final del Mundial de futbol.
Alma García, una mexicana de 47 años afincada en San Antonio, Texas, asistía emocionada al espectáculo. El viaje a Londres para vivir la boda como espectadora fue un regalo de su familia por el día de la madre.
"Ojalá los pudiera ver (a Guillermo y Kate), aunque sea de lejos", dijo García ondeando una bandera británica a AP.
García tiene dos hijos - Alvin y Javier Santos - ambos nacidos en los mismos años que los príncipes Guillermo y Enrique, 1982 y 1984 respectivamente.
"Es como si los príncipes fueran mis hijos también", relató. "Recuerdo perfectamente cuando la princesa Diana dio a luz a Guillermo, porque yo estaba dando a luz a mi Alvin".
"Sólo espero que si mi hijo se casa me lo avise", bromeó.
El colorido de las calles resultaba espectacular y casi una competencia por un premio al disfraz más excéntrico. Se podían ver camisetas serigrafiadas con la imagen de los prometidos, pamelas y sombreros imposibles, tiaras o disfraces de reyes de la época victoriana.