Harry Potter en la recta final

La calma no llega después de la tormenta. En el universo de fantasía que ha elaborado J.K. Rowling y que David Yates ha plasmado en 35mm... el silencio, la paz, y la primera parte del capítulo final de Harry Potter, son accidentes antes de que inicie el caos.
Un largo respiro antes de sumergirnos en una vorágine de batallas, muerte y nostalgia. Las Reliquias de la Muerte parte 1, la penúltima de la franquicia más taquillera de la historia, es un tentempié tibio, un puente frágil que carece de acción, pero que suple esta ausencia con una mirada íntima a la relación entre los tres protagonistas principales de la saga.
Es la historia más oscura hasta la fecha (y no sólo en términos técnicos, de los cuales hablaremos más tarde) y una adecuada analogía entre el paso de la pubertad a la adolescencia.
Sin embargo, Yates vuelve a pecar, como lo ha hecho desde que tomó las riendas de Potter, de no definir un estilo: se pierde en la historia, no sabe darle el peso necesario a cada subtrama y las dos horas y media que dura el film, parecen una eternidad cuando el ritmo se torna tan cauteloso que dejamos de preocuparnos por los personajes, porque incluso ellos (sobre todo Harry y Hermione) pasan tanto tiempo a solas y en estado pasivo, que olvidan el leitmotif de esta primera parte: la búsqueda de los horocruxes. O en otras palabras, fragmentos del alma de Lord Voldemort.