Mandamientos para señoritas
El noviazgo siempre ha implicado un ritual. En los primeros años de la vida independiente incluía intrigas, recados clandestinos, inocentes cartas de amor y miradas furtivas. Todo se basaba en el recato sexual, que marcaba la reputación de las mujeres y era imprescindible para conseguir un “buen marido”. En el libro Mujeres en México. Recordando una historia, Julia Tuñón afirma que para las jóvenes era importante respetar los siguientes mandamientos:
1. No engañar a la madre. 2. No cambiar la flor de la inocencia por el favor y desprecio de ningún hombre. 3. No preferir sedas y diamantes al bienestar de la familia. 4. No mirar la lisonja, ni la coquetería como camino para adquirir popularidad. 5. No chismear. 6. No hablar alto, ni usar maneras atrevidas para llamar la atención. 7. No estudiar más con los pies que con la cabeza. 8. No beber sino agua, ni andar con quienes no beban sino agua. 9. No desatender el servicio de Dios, creador de todas las cosas.
Siempre que obedeciera estos mandatos, una doncella podía distribuir a sus pretendientes pequeñas sonrisas para cordialmente animarlos o frialdad para rechazarlos. Los hombres, por su parte, mostraban una paciencia ilimitada: la espera podía durar años, hasta que la novia se decidiera. Ellos tenían un papel sumiso y dependiente de la aceptación de la joven; no obstante, después de la ceremonia matrimonial, los papeles cambiaban radicalmente y la mujer casada tenía en la abnegación y la obediencia sus mayores virtudes y debía aceptar, sumisa, hasta las infidelidades del marido.