La incertidumbre del legado de McQueen
Se fue tal y como llegó al mundo de la moda: con provocación. La autopsia ha confirmado que Lee Alexander McQueen –su nombre completo– murió a los 40 años de edad, de asfixia por ahorcamiento en el vestidor de su casa en Londres. Según el entorno de amigos, el diseñador atravesaba por una fuerte depresión debido a la reciente muerte de su madre, Jocelyn. Incluso horas antes de quitarse la vida, McQueen dejó mensajes en Twitter en los que se notaba el gran dolor que sentía por esa pérdida. Tras su muerte, el emporio que construyó uno de los más prolíficos diseñadores ingleses en los últimos tiempos queda a la deriva. Muchos expertos en la industria de la alta costura se preguntan qué va a pasar con su compañía, aquella que sólo él parecía conocer a la perfección.
EL DESPERTAR DE UN GENIO
Lee Alexander McQueen nació en marzo de 1969 en East End, un barrio modesto de Londres. Fue hijo de Ronald McQueen –quien era taxista– y Jocelyn, que se dedicaba al cuidado de sus seis hijos. Alexander era el más chico de todos y desde muy pequeño descubrió su destreza por la costura pues, sin mayor esfuerzo, hacía trajes para sus tres hermanas. A los 16 años entró a trabajar como aprendiz con un sastre en la calle Savile Row de Londres, famosa por sus sastrerías y sus clientes distinguidos. El propio Alexander contaría más adelante que durante sus incursiones como diseñador había hecho trajes para el príncipe Carlos de Inglaterra. Después de trabajar en algunas casas de moda, Alexander entró a estudiar en la escuela Saint Martins, al lado de los entonces también desconocidos Stella McCartney y John Galliano. Al concluir sus estudios, tuvo que presentar en pasarela una colección, la cual atrapó la mirada de Isabella Blow, editora de moda de la revista Tatler, quien la compró por completo. A partir de ese momento, la marca Alexander McQueen ya era toda una realidad. LA RIQUEZA LE SONRÍE McQueen dio el gran salto en 1996 cuando fue contratado como diseñador principal de Givenchy en sustitución de Galliano. La creatividad le funcionó a Alexander para empezar a cosechar éxitos tanto para la firma como para su propia marca. Aires góticos, fantasía y dramatismo le hicieron ganar en varias ocasiones el premio al Diseñador Británico del Año. En aquellos tiempos el amor se cruzó en su camino y se casó con el inglés George Forsyth, en la isla de Ibiza en el verano del 2000. La celebración fue a bordo de un yate, acompañados de un pequeño grupo de invitados, entre los cuales se encontraba su gran amiga Kate Moss. No obstante, la relación de Alexander y George terminó un año después.
La racha profesional de McQueen no hacía más que mejorar, y a finales del 2000 se dejó seducir por la firma italiana Gucci, que adquirió las acciones mayoritarias de su marca Alexander McQueen. Según el diario británico The Sunday Times, el modisto de orígenes humildes percibió casi 6 millones de libras por año cuando cerró el trato. Con esto, se convirtió en el británico más rico del mundo de la moda en aquel momento. Tras la muerte de McQueen, el que fuera su esposo recuerda la época de opulencia en una entrevista concedida a The Sunday Mirror: “En un viaje a Nueva York fuimos de shopping y volvimos con dos obras de Andy Warhol valoradas en 125,000 libras cada una”. Otra anécdota cuenta que mientras estaban en el Hotel Four Seasons de París, McQueen compró una lámpara de cristales ubicada en el hall para decorar el árbol de Navidad de su casa.
No era de extrañar este tipo de excentricidades, pues su marca subía como la espuma y empezaba a reflejarse en su nivel de vida: tenía una casa en el exclusivo barrio de Mayfair, en el centro de Londres; disfrutaba buceando en las Maldivas y se desconectaba del estrés laboral en su casa de campo. Aunque su vida dio un giro de 180 grados, según su ex pareja, Alexander seguía siendo un chico normal: “Cuando vendió la mitad de su negocio a Gucci por 50 millones de libras lo celebramos con una bolsa de papas y una botella de Bacardi Breezer”. LA INCERTIDUMBRE DE LA MARCA Al cierre de esta edición, las especulaciones sobre el futuro de la firma continúan. Luca Solca, analista de Sanford C. Bernstein, declaró para The Times: “La marca está asociada a un diseñador y me sorprendería que continuaran con ella. Es muy difícil convertir pequeñas marcas de diseñador en franquicias viables”. Por su parte, Jane Rapley, directora de Saint Martins, pone otra carta sobre la mesa: todo depende de la decisión que tome la familia McQueen de vender o no su parte a Gucci. A pesar de todo, François-Henri Pinault, presidente del grupo francés Pinault-Printemps-Redoute (ppr), propietario de Gucci, asegura la supervivencia de la firma: “Es el mejor homenaje que podemos rendirle, esta marca tiene un potencial muy grande”.