Chapala El destino chic de todo un siglo
María Félix conoció la magia de Chapala y se enamoró de este lugar. Pronto se convirtió en uno de sus sitios favoritos. Lo conoció a muy temprana edad cuando, antes de convertirse en actriz, contrajo matrimonio con Enrique Álvarez, un distinguido socialité tapatío de finales de los años veinte. Tras la boda, La Doña y el padre de su único hijo planearon su luna de miel en Chapala, lugar que adquirió un significado especial para ellos. Pasaron su primera noche como esposos en el hotel Nido, uno de los primeros hoteles de lujo que se fundaron en la ribera.
El tiempo le dio la razón a la actriz, pues Chapala, junto con Ajijic, San Juan Cosalá, El Chante y Jocotepec –las áreas que conforman la parte turística de la ribera del lago más grande del país–, pronto se convirtieron en el destino de descanso favorito de las familias de abolengo. Era EL lugar para recuperarse del ajetreo de la semana y practicar actividades acuáticas, jugar golf y, por supuesto, dejarse ver en las reuniones que se organizaban en las grandes casonas o villas.
Toma forma el paraíso
Chapala comenzó a llamar la atención de las mejores familias tapatías desde finales del siglo XIX. La fama de sus aguas curativas trajo muchos visitantes, incluso extranjeros. Porfirio Díaz y su esposa, doña Carmelita Romero Rubio, acostumbraban pasar la semana mayor en la finca El Manglar, que pertenecía al concuño del general, Lorenzo el Chato Elizaga. En esta propiedad tenían lugar muchos festejos con reconocidas familias tapatías como los Pérez Verdía, los Hermosillo, los Cuesta Gallardo, los Capetillo, los Castellanos y los Somellera. Al mismo tiempo ellos también construían sus casas de veraneo a orillas del lago.
Una de estas fincas, el castillo Braniff, pronto se volvió de las más notables. La comenzó a construir don Luis Pérez Verdía en 1903, pero adquirió su nombre cuando Tomás y Alberto Braniff, quienes pertenecían a una connotada familia de aviadores y venían en las comitivas de Don Porfirio desde la capital, se enamoraron de la casa. Actualmente es un restaurante que mantiene la finca intacta.
El nombre de este paraíso comenzó a conocerse en todo el país, tanto que en 1920, el arquitecto Guillermo de Alba construyó la estación del ferrocarril de Chapala. El tren hacía dos viajes diarios desde Guadalajara para transportar a las elegantes familias que viajaban cómodamente en sus convoyes. Hoy en día la estación ha sido magníficamente restaurada.
La mayoría de las villas y hoteles que embellecen a Chapala y le dan ese aire afrancesado y distinguido son obra del arquitecto de Alba, quien desde principios de siglo construyó edificaciones emblemáticas como el Gran Hotel Arzapalo, los hoteles Palmera, Nido y Niza, las villas Tlalocan, Ferrara, Adriana, Aurora, San José y su casa particular llamada Mi pullman. Verano tras verano, las familias Arce, Corcuera, Cuesta, Collignon, Carroll, Martínez Gallardo, Fernández del Valle y Verea organizaban competencias deportivas, bailes y lunadas.
A principios de los años 50 el desarrollo de Chapala tuvo un declive pues el nivel de agua del lago bajó drásticamente. Finalmente las lluvias arreciaron y el lago comenzó a crecer de nuevo. A finales de la década, Chapala estrenó su primer campo de golf, el Chulavista Country Club. En 1959 un grupo de tapatíos que gozaba de los deportes acuáticos y, principalmente, de la vela, fundó el Club de Yates de Chapala. Este club sigue promoviendo el velerismo en distintas competencias, además de ser el principal punto de reunión de las familias tapatías en los veranos, actualmente.
Hoy el lago está recuperado y existe una variada oferta artística que ha promovido la comunidad de retirados estadounidenses. Además, las mejores bodas de la sociedad se realizan en la parroquia de San Francisco de Asís, en Chapala, y las recepciones tienen lugar en los mejores jardines.