Después de la química salvaje que probaron en Closer, Julia Roberts y Clive Owen vuelven a ser pareja, ahora en esta película que navega entre la comedia romántica y el thriller. Un film de espías pero lejos de toda convención, ahora no se trata de la KGB ni nada por el estilo. Ahora en lugar de ser las naciones, son las empresas las que necesitan información privilegiada para ganar la guerra en el mercado global. La ex oficial de la CIA Claire Stenwick (Roberts) y el ex agente de MI6 Ray Koval (Owen) han abandonado el ambiente de la Inteligencia Gubernamental para beneficiarse económicamente de la altamente provechosa guerra que rige entre dos corporaciones multinacionales rivales. ¿Su misión? Asegurar la fórmula de un producto que recaudará fortunas para la compañía que la patente primero. Estos rivales caen flechados por Cupido y se dan cuenta que en una relación la parte más difícil de su trabajo es guardar en secreto la atracción que hay entre ellos. El complejo mundo del espionaje industrial, un tema poco explorado por Hollywood viene en buen momento pues “la avaricia” es la principal sospechosa en la crisis económica mundial. Tom Wilkinson y Paul Giamatti, que encarnan a los CEO de las empresas rivales, están soberbios en sus papeles, sobre todo Giamatti, que logra un retrato detallado de un hombre moralmente mínimo pero megalómano al mismo tiempo, un empresario sin escrúpulos y con un ego enorme. Y qué decir de Julia Roberts y Clive Owen, son la pareja perfecta para lograr el éxito en las taquillas. Una película entretenida, bien hecha, tal vez la opción ideal para encerrarse en una sala oscura y acondicionada cuando el calor de la ciudad se vuelve insoportable.
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