Este es un homenaje -quizá la palabra tributo sea más precisa- fotográfico al Museo Nacional de Antropología, el recinto que desde hace 60 años es el guardián de nuestro origen cultural.
Si hace seis décadas, Pedro Ramírez Vázquez condenso y conceptualizó la cosmovisión de las culturas primigenias y prehispánicas para construir este colosal edificio, estos seis fotógrafos se dieron a la tarea de mirar de nueva cuenta ese pasado y, a través de la tecnología del presente encarnada por un iPhone, plasmarlo en imágenes. Bienvenidos a la visión de Tania Franco Klein, Gustavo García-Villa, Luvia Lazo, Enrique Leyva, Karla Lisker y Manuel Zuñiga sobre el pasado, el presente y el futuro.
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TANIA FRANKO KLEIN
Para Tania, las imágenes que vio al interior del museo cuando era niña eran tan enigmáticos como extrañas. En ese momento le costaba entender la conexión con esas historias. Para este proyecto, se propuso crear enlaces de vida cotidiana en cómo los objetos de las cultura antiguas que pueden estar también en el presente, por ejemplo, los frescos tlaxcaltecas de los guerreros jaguar y como hoy en el metro, vemos a una mujer con uñas de acrílico gigantes de jaguar. “De pronto encuentras esto, que en otro momento, tenían una simbología en la vida cotidiana. Con el tiempo, he llegado a comprender cómo tantos símbolos, tradiciones y objetos cotidianos de uso popular que no parecen, son una continuación de esos tiempos”.
ENRIQUE LEYVA
Su proyecto tiene como detonante Oaxaca y la artesanía. Este proyecto fotográfico narra y celebra la historia de tres mujeres artesanas y una cocinera tradicional. Capturando, el alma de estas mujeres a través de sus creaciones, que conservan la herencia y el conocimiento ancestral a través sus manos. “Creo que es bastante interesante mostrar que la artesanía a través del tiempo se sigue perpetuando y sigue existiendo Estas historias son un homenaje a todas las abuelas que conservan a través del tiempo la sabiduría y la ancestralidad de sus saberes, permitiendo su legado”.
GUSTAVO GARCÍA VILLA En cierto sentido, la propuesta de Gustavo, se aleja de la iconografía que ha desarrollado en su obra a partir de la estética corporal masculina. Para este proyecto, tomó como punto de partida para su proyecto el día de muertos y la figura de la Venus de Texcoco. En una conversación con él, mencionó lo poco difundida que es la existencia de esta figura prehispánica en contraste con sus símiles en la Venus de Willendorf o la del Milo. En las imágenes se aprecia una figura femenina cubierta por barro y tierra en comunión con breves altares florales acompañados por velas.
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LUVIA LAZO La propuesta de Luvia es un tributo a las madres, a las abuelas y, en general, a las mujeres nube de Oaxaca. “Un tributo a nuestra conexión con las serpientes que han representado para las culturas mesoamericanas: renovación, sabiduría, fuerza, lo supremo, la conexión con la tierra y la vida misma”, explica al mismo tiempo que comparte su inherente miedo a estos reptiles. En las imágenes podemos ver el rostro de mujeres enmarcados por flores, por sus rebozos o por serpientes; se aprecia cabello canoso entrelazado por listones de colores o trenzas recién desatadas.
MANUEL ZÚÑIGA La obra fotográfica de Manuel es, de alguna manera, un resguardo y un registro contemporáneo sobre la ritualidad. Desde las tradiciones propiamente asociadas a ello como la enigmática Quema de judas, en la que los artesanos prenden fuego a las piezas artesanales de cartonería que realizan, hasta aquellos ritos que configuran la vida cotidiana. La sala que inspiró y detonó la propuesta artística fue la sala etnográfica Textiles y fiestas, la cual hace sentido y coherencia con el trabajo que ha realizado desde hace 4 años, documentando con una mirada estética las tradiciones y las festividades en diversas localidades del territorio mexicano.
KARLA LISKER Para Karla, la inspiración se presentó desde la primera instancia que le contactaron sobre el proyecto. Para ella la obra de la poeta Carmen Mondragón, que utilizó el nombre de Nahui Olin, que en náhuatl significa “perpetuo movimiento”. Esa misma sensación, explica, se ve representada en la Piedra del Sol que habita en el museo. Eso detonó una profunda investigación que le llevó a crear estas imágenes en las que se perciben rostros y cuerpos femeninos en armonía con situaciones de flujo, ya sea el agua, las plumas, la naturaleza, el fuego y el viento.