En este lugar, hay una dicotomía: más de 60 años de historia tras de sí que lo han colocado como un icono de la Ciudad de México y una nueva etapa determinada por la responsabilidad ecológica, un interés por el arte y una continua apuesta por la diversión y la adrenalina. presentamos una visita a la primera etapa del Parque Aztlán en una mañana de primavera.
Una mañana de primavera en Aztlán
El sol intenso de una instaurada primavera, estrella sus rayos de sol sobre los puestos de dulces, aguas y refrescos que descansan sobre la acera en la que va un arrojado y sudoroso corredor. La mirada se entrecierra, como si el gesto ayudará a recrearlo todo en la memoria. El tren del amor por aquí, La Nao de China por allá, la montaña rusa de aquel lado, justo detrás de aquellas jacarandas. Hoy todo luce diferente. Falta una hora y media para que las puertas del recién inaugurado Parque Aztlán abrán al público. El equipo de limpieza comienza las labores y los operadores de la imponente rueda de la fortuna hacen pruebas. En breve, también cruzarán ese portón el resto de trabajadores, en su mayoría jóvenes que portan playeras de un intenso color anaranjado o verde.
Cerca de la imponente rueda de la fortuna, la gran protagonista de este complejo, nos encontramos con nuestro anfitrión, el ingeniero Sergio Haua Miguel, el director general. “Ha sido muy emocionante después de tantos tiempo trabajando, desde el proyecto, la compra de los juegos, el proceso de construcción, es muy satisfactorio poder empezar a recibir ya a nuestros visitantes”, cuenta.
El proceso que duró dos años y medio, tal y como lo relata Sergio, ocurrió en un tiempo récord para un parque desde cero. Claro que el ingeniero se refiere a esta primera etapa que contempló la habilitación de algunos de los juegos mecánicos, juegos de destreza, tiendas de dulces y souvenirs y uno que otro restaurante. Se espera la apertura paulatina de nuevas atracciones antes del mes de julio.
Es evidente la emoción de Sergio cuando comienza a hablar de la llegada de los juegos mecánicos. En su mayoría, explica, provienen de Europa; algunos de Alemania y, por ejemplo, el clásico carrusel se fabricó en Italia. “Está pintado a mano”, dice orgulloso mientras señala a los caballos en falso galope o en las carrozas churriguerescas.
“Fue muy padre ver cómo llegan los juegos, como salían de los contenedores en piezas y todo el proceso con las grúas y los diferentes equipos, ir armando pieza por pieza hasta verlos funcionar, la verdad es un proceso bastante divertido y satisfactorio”, dice sobre lo que provocó en el presenciar esta parte del camino. “¿Qué te emociona más, armarlos o subirte a ellos?”, se le pregunta, “Bueno, una parte tiene mucho de nervio y la otra de adrenalina; es diferente la sensación, pero la verdad las dos son muy padres”.
Una sensación similar se vivió la mañana del sábado 24 de octubre de 1964. El entonces presidente de la República, Adolfo López Mateos, junto a Ernesto P. Uruchurtu, jefe del Departamento del Distrito Federal en esas fechas, inauguraron lo que en su momento se llamó “Los Juegos Mecánicos de Chapultepec”.
Desde ese momento la atracción principal fue la novedosa montaña rusa construida por el carpintero e ingeniero rumano Aurel "Dutch" Vaszin, proyectada con 35 metros de alto y mil 200 metros de vías, fue catalogada como la de mayor tamaño del mundo.
La Feria de Chapultepec se consolidó a lo largo de casi 60 años como un emblema de la capital mexicana. A últimas fechas, una remodelación y mantenimiento exhaustivos se hicieron imperantes, hasta que una tragedia que cobró la vida de dos visitantes en el juego conocido como La Quimera, puso fin a años de gloria.
Ante este suceso, el cierre La Feria, fue inminente. El 19 de julio de 2021, Claudia Sheinbaum, en calidad de Jefa de Gobierno de la CDMX, anunció que, con una inversión cercana a los 4 mil millones de pesos iniciaba la construcción de Aztlán, en el mismo predio. Diez meses después comenzó el desmantelamiento de la icónica montaña rusa.
El proyecto del nuevo parque se sometió a un proceso de licitación pública para otorgar el proyecto a firmas del ramo. Finalmente el proyecto quedó en manos de la inmobiliaria Thor Urbana y la empresa Mota-Engil.
El Grupo Mota-Engil fue fundado en 1946, en Portugal es considerado uno de los grupos enfocados en la construcción más importantes del continente europeo, además de estar presentes en África y América Latina. En 2008 se establecieron en el país desarrollando varias obras para el sector público. En nuestro país, José Miguel Bejos, es el presidente de la empresa, además de ser el dueño del equipo Pericos de Puebla que forma parte de la Liga Mexicana de Baseball y vicepresidente en Compañía Inversora Corporativa (CIC), un holding familiar con actividades en los sectores de la construcción, publicidad, transporte público y aeronáutica.
Además de este proyecto, el grupo desarrolla otros proyectos de obra pública como algunos tramos en el Tren maya, la rehabilitación del tren Coatzacoalcos-Palenque, los metros de Guadalajara y Monterrey, así como algunas autopistas.
De receso con el director del parque Aztlán, explica que una de las condiciones del gobierno capitalino para la concesión, era que el acceso fuera gratuito. Por eso, todos los visitantes pueden acceder sin costo hasta alcanzar el aforo máximo de 10 mil personas en simultáneo. Los precios de las atracciones van desde los 40 pesos y hasta los 120.
Desde 1964 que se inauguró, explica Sergio, “ha sido un icono de la ciudad ahora rehabilitada con un concepto ambiental, muchas más áreas verdes, más árboles y con todos los juegos nuevos y un concepto diferente”, comenta y amplía el perfil sostenible del espacio que, anteriormente tenía el 95% de concreto en una superficie de 60 mil metros cuadrados y hoy el 50% son áreas verdes y el resto un concreto que permite la permeabilidad del agua hacia el subsuelo, también cuenta con azoteas verdes, se plantaron más de 600 árboles, hay captación de agua pluvial y cuenta con una planta de tratamiento de agua para que sea reutilizada.
Al parque se sumarán dos de los proyectos más atractivos del proyecto, una sede del Museo Dolores Olmedo que tendrá una gran colección de Frida Kahlo y Diego Rivera originales y un foro para 5,800 asistentes techado cómodamente sentados para conciertos, festivales u obras de teatro. Se estima que esté en su totalidad para finales del 2025.
El sol del mediodía es inclemente, pero las puertas se han abierto para los visitantes, la música, el sonido mecánico de las atracciones y el olor de las palomitas de mantequilla hacen de nuevo su magia.