Hay una posibilidad de exagerar al decir que Tár, la reciente película de Todd Field protagonizada por Cate Blanchett, es uno de los proyectos fílmicos más contemporáneos. Me explico: es una película que logra tocar el nervio de problemáticas que parecen la escénica de nuestro mundo: la polarización, el abuso, el ejercicio del poder, la cultura patriarcal, la cancelación, la genialidad en el arte, la viralidad, la concepción renovada de las juventudes po conceptos como la identidad, la representación, el orgullo o la disciplina.
Parecen tantos conceptos que, a primera vista, podríamos anticipar que el filme se pierde y se abruma en todos aquellos puntos que se propone atravesar. Sin embargo, aquí radica su genialidad, logra conectarlos todos poniendo al centro la historia que cuenta a través del trazo fino, sofisticado y detallista de la siempre espléndida Cate Blanchett. Nota: hay detalles que podrían ser considerados spoiller.
Publicidad
Tár -como ya lo intuyen- es varias cosas: es una historia que parece biográfica, es un drama introspectivo y es un thriller psicológico. Cuenta la historia de una afamada directora de orquesta que tiene de frente el gran momento de su carrera: encabeza de la Orquesta Sinfónica de Berlín, está a punto de publicar su autobiografía y en medio de los ensayos para la grabación de la quinta sinfonía de Mahler. Por si fuera poco, se encuentra componiendo una pieza inédita. En eso estamos cuando Triza, una joven de la que sabemos poco menos que eran muy allegadas, se quita la vida.
Field parece regodearse al dejar pistas regadas por todo el filme. No todas son comprensibles pero sabemos que, dadas las reacciones de Sylvia Tár, son cruciales, deben esconderse o destruirse pues, intuimos, la comprometen de alguna manera. Tal es el caso del paquete que le dejan en el hotel en Nueva York, se trata de la novela Challenge, de Vita Sackville-West, leer esta portada, inquieta tanto a la protagonista que se deshace del libro en el baño del avión que la lleva de vuelta a Berlín. Como espectadores no necesitamos saber que esta novela cuenta la historia de dos mujeres que deciden dejar todo atrás para vivir su romance intensamente en Francia, la mirada desencajada de Cate Blanchett nos dice todo.
En Tár se hablan tres idioma: inglés, alemán y el de la música. Habrá algunos que digan que la música es un lenguaje que nos es universal; no es así cuando se trata de aquella a la que se le ha colocado el apellido de culta. En esas secuencias en las que Lydia Tár habla con sus pares sobre música, compositores, los instrumentos, las partituras y demás, es probable que el espectador se sienta tan ajeno y desconectado de la conversación. No es difícil imaginar que es la intención más directa del realizador, hacernos sentir lejanos, ajenos a ese mundo que se cree reservado para algunos ungidos.
Lo que sí parece un lenguaje universal es aquel que emana del cuerpo. Es probable que no entendamos ni media frase que se pronuncia, pero el fino hilo con el que bordada Cate Blanchett, los ojos, el más ligero gesto, la mano que se levanta y para en la medida justa para detener al mesero antes de que le sirva vino en su copa, nos dicen todo sobre esta mujer que nada como una tiburona en el océano de la música de orquesta.
Tàr tiene claves emocionales que Blanchett logró conectar en todo sentido, la angustia de su mirada, las manos, los gestos frente y tras la orquesta, el cabello, la respiración, cuando se prueba frente al espejo piezas de sastrería “masculina”, cuando va al colegio de su hija Petra a intimidar a quien le molesta.
Distinto de lo que pasa en las películas que abordan la genialidad de los personajes de la música, en Tár no estamos convocados a ver el ascenso de esta directora. Nada de eso. Estamos frente a la pantalla para ver su caída.
Publicidad
En la actuación de Cate Blanchett hay genialidad. La piel de la amante, la genia, el maestre, la presa y la depredadora están sobre el mismo cuerpo. No hay respuestas fáciles y al espectador no le resulta sencillo aceptar que entiende a Lydia y sus capas, que ha sentido lo mismo y que algunas veces ha reprimido algunos comentarios o actitudes hostiles que ella no logra.
Tár de Todd Fields está en contra de toda corrección política. Aquella escena que se torna incómoda y será crucial para la precipitación del personaje es ejemplo de ello. Lydia se encuentra en Julliard impartiendo una clase de dirección a un grupo de jóvenes diversos, particularmente entabla una discusión que se torna pasivo-agresiva donde quedan de manifiesto los dos opuestos de una discusión que parece irreconciliable. La forma en la que se desarrolla este debate no permite que el espectador tome partido, ambas partes tienen puntos a considerar que apelan a la conciencia del público.
Estamos frente a una antiheroína sin redención posible. Al final, después de la catástrofe, todas las capas han caído, Tár solo tiene a Tár en esa casa de la que ella misma habla en un punto de la cinta: el podio.
Tár es compleja, ya lo hemos dicho. No busca encontrar eco en los feminismos, tampoco en los promotores del #MeToo, en la corrección política ni en las posturas más progresistas. Y esto es, sin lugar a dudas, su virtud.