Si hubiera una declaración para anticipar el momento por el que atraviesa la carrera de Francisco Rubio sería “ten cuidado con lo que deseas”. Previo a la pandemia el actor mexicano atravesaba por una crisis profesional. Una amiga cercana le preguntó “¿Qué quieres hacer?” -Me encantaría hacer una película con Alejandro González Iñárritu, respondió sin imaginar que dos años después estaría con los pies sobre la alfombra roja de la premiere de Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades.
El llamado a casting ya anticipaba una producción de altos vuelos. Se sabía que se trataba de un cineasta importante y, aunque el nombre de Iñárritu sonaba en el boca a boca, nada estaba confirmado.
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Cinco meses de callbacks, hasta que un día lo llamaron. Le citaron en un café en la colonia Roma para después llevarlo a la casa en la que se realizaría el casting decisivo. “Todo era muy secreto, no podías sacar fotos, nada”, recuerda Rubio en esta entrevista que se lleva a cabo en una terraza frente al monumento a la Revolución.
Todos contenemos a todos los personajes de humanidad
Ya se había filtrado para quién era el proyecto. Así que llegó preparado. Alejandro era quien manipulaba la cámara, le pedía a Luis Rosales, el director de casting que le diera réplica. “Desde ese momento dije: esto se ve que es para algo muy grande”.
Lo probaron para tres personajes. Hasta que finalmente dieron con su participación perfecta. En Bado, Francisco interpreta a Luis, un periodista mexicano que abandonó sus ideales por convertirse en el rostro principal de un programa televisivo y, aunque fueron amigos en el pasado, tiene una fuerte confrontación con Silverio, el protagonista interpretado por Daniel Giménez Cacho.
“Mi personaje es un periodista tan corto de mente, tan hermético, tan frío y tan contundente que no tiene tacto para decir lo que piensa, ni lo que siente, es demasiado visceral. Necesitaba una energía muy fuerte. Muy seguro”. Todas estas actitudes y emociones que consideramos negativas, dice, habitan en él. Es el villano de esta cinta, por ponerlo en términos convencionales.
Francisco Rubio debutó en la telenovela mexicana Clase 406. (Jonathan Saldaña. )
“Todos contenemos a todos los personajes de humanidad”, Francisco cita a Stanislavski para explicar la forma en la que él se aproxima a los retos que le plantea la ficción. “Todos tenemos esos universos, sólo es ir y reconocer ese comportamiento y dejarlo ir. No tenerle miedo. Reconocerlo y sacarlo”.
Estos personajes lo siguen. Recientemente también compartió créditos con Giménez Cacho en la puesta teatral Network, donde interpretaba a un ejecutivo de lo medios que presionaba la calidad y ejercicio de los contenidos en función del rating y el impacto comercial. “Me ha tocado hacer estos dos personajes que representan un poco este juez interior de los seres humanos, esa voz interior que te dice eres un idiota, no eres capaz; el boicot, el sindrome del impostor-. Yo represento estas voces, Me emociona”.
Aún si Paco no se hubiera quedado en Bardo, la experiencia ya habría valido la pena. Hice un casting con Iñárritu, pasé al callback. No había tentación de frustración. “20 años de carrera me lo permiten, porque me han cerrado la puerta muchas veces y han colapsado muchos otros proyectos. Tuve el temple del aguante y no hacer muchas preguntas y ser muy discreto.”
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Francisco Rubio debutó en Clase 406. En esta telenovela mexicana convertida en fenómeno televisivo interpretaba a El Caballo, uno de los jóvenes preparatorianos que se enfrentaban a problemas sociales como el acoso, la violación, las drogas y tocaban temas como el amor, la sexualidad y la orientación sexual.
Llegó ahí dos meses después de terminar su carrera de actuación en el Centro de Capacitación Artística de Televisa. Por los temas que trataba restringieron la escena, cancelaron algunos capítulos y fueron víctimas de la censura de principios de los 2000. Tras este vértigo, estuvo dos años sin trabajar y su carrera no habían encontrado los proyectos que la catapultaron.
También protagonizó la obra de teatro Network, junto a Daniel Giménez Cacho. (Jonathan Saldaña. )
Veinte años después, Rubio se siente de nueva cuenta en un huracán de opiniones. Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades,ha dividido opiniones y le ha permitido viajar a Venecia, ahora en Morelia y está latente la posibilidad de cosechar nominaciones a los premios Oscar.
“En ese paréntesis entre Clase 406 y Bardo, está mi carrera. 20 años en los que se articulan elementos de ruptura”. Después de esta experiencia busca nuevos proyectos, -algunos que dice- que generen conciencia social y humana. “Que nos sanen”.
