La actriz Regina Blandón se encuentra en la recta final de la temporada de The Pillowman, un estrujante texto que reflexiona sobre la importancia y las consecuencias de contar historias.
Los lunes son los domingos para Regina Blandón. Se acomoda en el sillón y se pone a jugar Nintendo. No es queja, dice, pero queda agotada de dar funciones seguidas el fin de semana de The Pillowman, una obra de teatro donde interpreta a Katurian, una joven escritora que es cuestionada por un Estado totalitario, ya que la trama de algunos de sus cuentos resulta siniestra y se vincula con una serie de asesinatos.
Normalmente Regina llega al foro Lucerna dos horas antes de la tercera llamada. Instala sus cosas y prepara una cajita en la que tiene maquillaje, cepillo, spray para el pelo y su mezcal. Prepara todo, se relaja y estira. “Tienes que estar en un mood muy especial y sabes que son dos horas 45 de estar escarbando lugares muy oscuros. Es padre venir e instalarse y platicar con todes los actores y demás para, luego, lanzarse al vacío”.
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Ese “lanzarse al vacío” del que habla la actriz es a dar vida al texto del dramaturgo inglés Martin McDonagh, una obra teatral en dos actos, inscrita en esa corriente conocida como “teatro de la crueldad” en el que el espectador en confrontado ante conflictos, obsesiones y dilemas de los que no es sencillo salir bien librado.
“Somos necios y los que estamos haciendo teatro, los más necios. Pero es muy gratificante, es una experiencia inigualable”.
El texto, dice la actriz, está escrito maravillosamente. Desde su perspectiva eso hace que el trabajo actoral sea “infinitamente más sencillo”. Sólo nos tenemos que parar a escuchar lo que nos dice el otro personaje, dice. Pero regresar a este texto después de que en 2019 tuvo una temporada ha significado descubrir nuevas capas. "De repente dices nunca lo había visto así. Lo tomamos esta vez en su idioma original, le dimos otra pasada y le cambiamos cosas que cobraban sentidos diferentes porque todos cambiamos como personas; te pegan las cosas, resuenen en diferentes lugares”.
En la dramaturgia original, este personaje está escrito para que un hombre lo interprete. Desde la perspectiva femenina, explica Regina, el rol adquiere una nueva densidad. “La historia se sigue contando porque al final se trata de un escritor, escritora, escritore que sólo quiere seguir contando historias. Hay violencia física, y emocional todo el tiempo y el que un hombre policía esté abusando de los derechos de una mujer en todo sentido, pone al público en un estado diferente. Si habla de cómo estamos sistémicamente de que una voz de una mujer y más por como estamos en la sociedad, el mundo, en México, cuarteadas de libertad de expresión”.
Hay un vínculo intrínseco entre Regina Blandón y Katurian, su personaje. En la segunda parte de la obra, a pesar de las circunstancias -las cuales no revelaremos en este texto- la escritora se aferra a que sus cuentos no sean destruidos. Se aferra a la importancia de contar historias.
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“La ficción juega un papel muy importante en nuestras vidas porque nos hace, uno, olvidarnos de lo que está pasando y dos -si tenemos suerte- reflexionar en dónde estamos parados. Esta obra, específicamente habla de seguir contando historias a pesar de pandemias a pesar de lo que sea, de cómo justo la ficción nos afecta para bien y cómo nos lleva a otro mundo a ver algo desde otra perspectiva”.
Con más de dos décadas de trayectoria, para Blandón este proyecto refuerza las razones por las que se dedica a esta profesión. Somos un vehículo, dice sobre el trabajo de los actores, para hacer que una historia llegue a alguien y que resuene de alguna manera. “Somos necios y los que estamos haciendo teatro, los más necios. Pero es muy gratificante, es una experiencia inigualable”.
La temporada de The Pillowmanse encuentra en su fase final, tendrá funciones hasta el en el Foro Lucerna de la Ciudad de México. Después de este proyecto, Regina Blandón comenzará las filmaciones en mayo de Maquíllame otra vez, junto a Ilse Salas y Paulina Gaytan, la ópera prima de Guillermo Calderón bajo la producción de Fábula, la casa de los hermanos Pablo y Juan de Dios Larrain.