“Todo”, responde sin miramiento Graciela Iturbide sobre el papel que juega la intuición en su obra. “He soñado cosas que después voy a fotografiar. Es fantástico intuir en sueños que voy a tomar una foto de un señor con pájaros”, dice la artista de la cámara análoga en blanco y negro, de los retratos de mujeres con iguanas en la cabeza, de las capturas de los habitantes del decierto, de las postales desde el baño de Frida Kahlo; la fotógrafa mexicana que, justo cuando se desarrolla esta enrevista, se prepara para viajar a Paris y revisar los últimos detalles de Heliotropo 37, su exposición en la Fondation Cartier pour l’art contemporain.
La muestra, a propuesta del curador Alexis Fabry, toma su nombre de la calle en la que se encuentra ubicado el estudio de la fotógrafa, quien encuentra en la construcción etimológica de la palabra -del griego helios, sol; trepein, girar- una afortunada coincidencia. “Me tocó vivir en una calle de fotógrafo, que tiene que ver con la luz. Entonces, está bien que le hayan puesto ese título. Me gusta mucho porque es el significado de lo que es la fotografía”.