Vivir sin miedo: una conversación con Vivir Quintana
Bianca Ashanti, periodista y crítica de cine, nos presenta esta entrevista con la cantante y compositora mexicana Vivir Quintana y una reflexión sobre “acuerpar para proteger”.
Camino entre las calles con una pancarta en las manos mientras grito con todas mis fuerzas las consignas que he aprendido de tanto repetir. A mi lado van mujeres con los rostros y el cuerpo pintados como lienzos, a algunas las conozco, a otras tantas no; pero justo ahora, no importa nada de eso, somos compañeras cuidando de nuestros pasos, guiándonos unas a otras y protegiéndonos con una barrera creada a partir de nuestros propios cuerpos. No hay posicionamiento feminista más explícito que acuerpar para proteger.
La primera vez que tuve consciencia de todas las consecuencias que este cuerpo representaba para mí, tenía 12 años y caminaba de regreso a casa después de salir de la secundaria. Dos calles eran lo que separaban un lugar de otro. Terminaba de transitar por la primera cuando un hombre se acercó y me levantó la falda. Tenía 12 años e iba saliendo de la secundaria.
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Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y corazón guerrero.
Alejandra Pizarnik
Para Vivir Quintana el feminismo es una elección de todos los días. Es cierto que uno se enuncia feminista en algún momento exacto; pero eso es sólo el inicio de una serie de retos personales. No se trata de una etiqueta, se trata de un compromiso; de reflexionar todo el tiempo sobre nuestro entorno, pero también sobre nosotras mismas.
“Yo digo que ser feminista es darse cuenta de que podemos ser de diferente forma y que las mujeres también somos dignas de habitar este mundo, porque nos dijeron que sí, que podíamos, pero sólo hasta cierto lugar o hasta cierto punto”. La tesitura en la voz de Vivir es suave y se desliza con comodidad entre las palabras. Sin dejar de ser contundente, acompaña cada frase con una sonrisa cómplice y en cada una de sus respuestas elige el “nosotras” en lugar del “yo”.
Después de que a los 12 años un extraño me levantara la falda a un par de pasos de mi casa, mi madre comenzó a hacer el doble de esfuerzo por encontrar a alguien que me acompañara durante esos viajes. Esa acción dibujó una línea muy clara entre la importancia de nunca estar sola. A más de una década, esa línea sigue vigente.
Cuando Vivir enuncia el “nosotras” hace una connotación directa a este acompañamiento que nos ha ayudado a sobrevivir en un país profundamente patriarcal. El “nosotras” en el feminismo es mucho más profundo de lo que comúnmente se aprecia. Representa unificación y aceptación colectiva de la realidad. Nosotras estamos sufriendo de esta violencia sistemática desde la infancia. Nosotras despertamos todos los días con 11 noticias de compañeras desaparecidas y asesinadas. Nosotras estamos tejiendo redes de protección con nuestros cuerpos para poder resistir.
Fue romper con todo y renacer distinta, un alumbramiento más emocional. Decidir que quería tomar las riendas de mi existencia, respetando mucho y haciéndole mucha honra a las mujeres que me precedieron, pero eligiendo mi propia historia.
“Un día en la mesa nos dimos cuenta de que todas habíamos sido víctimas de violencia de género. Percibimos lo que estaba pasando en el país y todo lo que pasaba con nosotras mismas. A veces, vemos la violencia como algo muy lejano, hasta que hacemos una introspección y vamos recordando que ésta ha estado ahí siempre”.
Reconocer la violencia sistemática, aquella que siempre ha estado ahí, es un camino que se da de formas muy diferentes para cada una. Para Vivir fue un proceso de años que terminó por desbordarse cuando tomó la decisión de romper lealtades familiares. Ahora, en retrospectiva, lo recuerda como un momento difícil, pero profundamente conciliador. Una decisión entre ser Viviana, como sus abuelas, destinadas irremediablemente a permanecer en casa, o convertirse en Vivir Quintana, la cantautora de regional mexicano que entonó en el Zócalo de la Ciudad de México un himno de liberación para las mujeres latinoamericanas.
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Si tengo un corazón es para que arda.
Silvina Ocampo
Es marzo del 2020, un grupo de mujeres frente a mí desmantela las estructuras de protección que se han instalado para resguardar los monumentos del centro histórico. Más tarde, me enteraré de que éramos cerca de 80 mil mujeres marchando; pero, en este momento, mientras formamos una red de contención que no puedan atravesar los policías, somos sólo un grupo de compañeras protegiéndonos como lo hemos hecho durante tantos años. Al fondo escucho “Que tiemble el estado, los cielos, las calles”, mientras reconozco en los rostros de mujeres encapuchadas, los ojos de mis amigas, peleando por mí, por ellas y por todas las que nos faltan.
“Es una canción que yo quería hacer con mucho honor para las compañeras que luchan, que salen a la calle y ponen todo para buscar los derechos y la justicia. Más que apropiarme de un movimiento, quería cantarles a ellas. Siempre digo que esta canción la hicimos entre todas porque era la emoción que sentíamos al marchar, toda esa rabia que sienten los familiares de las compañeras asesinadas y desparecidas”.
Al manifestarnos, entonamos palabras que albergan en sí toda una emocionalidad. Rasgamos nuestras gargantas para que se escuchen más fuertes, las llenamos con el sonido de tambores, de megáfonos y de sollozos. Las llenamos de fuerza. Vivir enuncia: “Nunca ha existido un movimiento o una revolución que no tenga música y mi lugar es justo ese, el de acompañar este movimiento, estar presente y seguir intentando mover esa conciencia colectiva”.
Para continuar caminando al sol / Por estos desiertos / Para recalcar que estoy vivo / En medio de tantos muertos
Mercedes Sosa
Canción sin miedo nació después de un proceso creativo de nueve horas, mientras Vivir se encontraba en casa de sus padres. Era el primer día de vacaciones cuando recibió la llamada y comenzó a trabajar. Ahora, recuerda con precisión los cambios del clima y la carga emocional que aún guardan las paredes de su casa en Coahuila.
“Estaba haciendo un trabajo de alumbramiento. Tuve ese cuidado y ese silencio, pero detrás de la barda la música me recordaba en donde estaba. Hay un olor distinto en el desierto. Era como si no hubiera pasado el tiempo, podía recordar lo que había vivido durante la universidad, lo que había pasado con mi amiga y ese sentimiento, esa ansiedad de no saber dónde está”.
No se puede hablar de inspiración cuando se habla de feminicidio. Pero, los factores necesarios para crear una canción con esta fortaleza estaban resguardados en la casa en donde Vivir pasó su infancia y gran parte de su juventud, donde los recuerdos y las tristezas impregnaban las paredes y le daban paso a la contención emocional de sus padres y de sus amigas.
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Tiene tantas raíces el árbol de la rabia que a veces las ramas se quiebran antes de dar frutos.
Audré Lorde
La fuerza y los retos de Vivir Quintana, como cantautora independiente, radican en tomar la rabia acumulada de años de violencia normalizada y crear, a partir de ella, algo esperanzador. Un mensaje lo suficientemente contundente para llegar a todas las mujeres que lo necesiten. Durante este año, Canción sin miedo la ha acercado a diferentes historias de resiliencia y de amor. Mujeres que han encontrado en sus palabras el acompañamiento necesario para tomar las propias riendas de su vida y sobrevivir al abuso.
“Una chica me contó que había sufrido violencia de género por parte de su pareja. El tipo la había golpeado mientras ella estaba embarazada y por esas fechas salió Canción sin miedo. Al escucharla tuvo el valor de escapar de la violencia de la que estaba siendo víctima, encontró el apoyo en su familia gracias a este mensaje y decidió nombrar a su hija Vivir Azucena”.
Puedes dispararme con tus palabras, puedes herirme con tus ojos, puedes matarme con tu odio, y aun así, como el aire, me levanto.
Maya Angelou
Hace un año marché con mi madre y con las madres de otras tantas chicas por el centro de la ciudad. Encontramos en nuestro acompañamiento la fuerza que necesitábamos para romper el silencio. Reconocimos los miedos compartidos en nuestros ojos y las tristezas que nos acechaban se desbordaron en lágrimas. Abrazamos a desconocidas, aplaudimos a nuestras hermanas y cuidamos de las hijas de otras mujeres. Formamos una alianza que dejó nuestro corazón hinchado. Vivir recuerda ese día, recuerda las espinas que sintió en la garganta al cantar sin miedo. La fuerza y la emoción que se conjuntaron al caminar de la mano de tantas mujeres.
Canción sin miedo condensa dentro de sí todas las emociones que vivimos. El reconocimiento de que casi todas llegamos al feminismo por nuestros miedos compartidos, pero nos quedamos en él gracias a la fortaleza de las mujeres que nos acompañan y resisten con nosotras, las que ponen el cuerpo para protegernos aunque no nos conozcan, las que cantan nuestras penas, las que ya no están y las que van iniciando el camino. El impacto de estas palabras resuena en nosotras más que nunca. Nos unifica y nos transmite un mensaje muy claro.
“El feminismo es algo muy doloroso, pero ya que lo conoces, te das cuenta de que hay frutos maravillosos y enseñanzas que te hacen más amorosa contigo y con tus compañeras”.
Y retiemble en sus centros la tierra Al sonoro rugir del amor.