Cuando en marzo pasado, la pandemia del coronavirus obligó a los teatros a bajar el telón, las preguntas de qué iba a pasar con “el arte de la presencia” sin el público aplaudiendo desde la butaquería, invadieron la mente. Ocho meses después llegó una de las respuestas más rotundas hasta el momento. Se trata de El Paraíso de la Invención, una puesta en escena grabada a tres cámara para ser transmitida vía streaming.
Esta puesta en escena sobre un texto de Isabela Coppel, bajo la dirección de Lorena Maza y protagonizada por Marina de Tavira , Alfonso Herrera y Catalina Zavala Richard, llegará al público a través de la plataforma Teatrix en tres funciones que arrancan la noche de este 27 de noviembre y culminan la del domingo 29.
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¿Qué hace de “esto” algo distinto de “aquello” que se nos ha ofertado como teatro virtual y que nos ha inundado durante los meses del confinamiento? la respuesta se encuentra en su proceso creativo y en sus mecanismos de ejecución.
Esto no es la versión grabada que en ocasiones se les solicita a los montajes teatrales para aplicar a fondos gubernamentales o para vender funciones en otras plazas que no es la ciudad de México. Tampoco es la respuesta improvisada -no por ello poco creativa- de algunos realizadores escénicos que, con los recursos hogareños, se colocaron frente a la cámara de dispositivos móviles u ordenadores para contar historias.
En El Paraíso de la invenciónhay un trabajo que coincide con los procesos de aquello que hoy llamamos “teatro convencional”; es decir, se atravesaron los mismos trayectos de producción que demandaría llevar a escena una obra para cumplir una temporada. Y eso es lo que se ve en pantalla: la audacia de un texto, la profundidad en la creación de personajes complejos y una ideal combinación del manejo de las tablas con el lenguaje audiovisual.
La primera virtud de “esto” es la historia que plantea Isabela Coppel en la que es su ópera prima como dramaturga. Aquí confronta -en principio a sus personajes, después al público- con situación de profunda incomodidad cotidiana, vidas atrapadas por las consecuencias de sus decisiones del pasado. Una matrimonio debe enfrentarse ante los fantasmas de su pasado mientras lidia con la perspicaz presencia de su hija, una niña tenaz, inteligente y dolorosamente sincera.
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En manos de Lorena Maza, directora de este experimento escénico, las dimensiones emocionales de los personajes se atraviesan por la ausencia de recursos escenográficos puntuales que, ante la cámara, podrían resultar artificiosos. En su lugar, aprovecha al máximo cada rincón del teatro Milán, en el que fue captada la ficción. Vemos a los personajes en el puente de tramoya, en las butacas, desplazarse por los pasillos, las escaleras; incluso, caminar por las calles en las que se ubica el recinto.
Esa es, quizá, una de las muchas diferencias sustanciales entre el teatro y el mensaje audiovisual: el cine se obliga a recrear la realidad; en el teatro, por el contrario, puede solo sugerirse.
Las joyas de la corona son, por supuesto, los actores que configuran este elenco. Marina de Tavira, una de las mejores actrices sobre las tablas en México, es soberbia -en el mejor sentido del calificativo- al interpretar a una madre hostil y una mujer patética. Alfonso Herrera demuestra que es un actor sólido y capaz de indagar en la profundidad de los personajes al encarnar a un padre ausente pero cariñoso. Pero sin lugar a dudas, la gran sorpresa de El Paraíso de la invención es la muy joven actriz Catalina Zavala Richard , quien, a diferencia de lo que ocurre en obras con presencia infantil, lleva una importante carga de la historia, no solo por la cantidad de escenas en la que se encuentra sino por su capacidad para transitar emocionalmente en las exigencias de su personaje.
Quizá al terminar la función, en la mente del espectador surja la pregunta ¿qué acabo de ver? ¿teatro? ¿cine? ¿el episodio de una serie? En dado caso, lo más sensato sería relegar ese cuestionamiento al segundo plano y darle paso a las interrogantes que lanza El Paraíso de la invención sobre la vulnerabilidad de los seres.