Tenía once años la primera vez que hice un triple tour en el aire. Era algo que pocos bailarines en el mundo estaban haciendo y yo, sin saber la magnitud del logro técnico, lo hice. Mi papá salió corriendo del salón de ballet y entró a la casa para buscar a mi mamá para que viniera a verlo.
Fue un lujo contar con mis padres. Pasaba cerca de 4 horas con mi papá todos los días, me contaba anécdotas, soñábamos juntos y nos preparábamos para lo que venía. Había días que nos enfadamos o nos frustramos. El ballet es muy exigente y requiere de un carácter fuerte.