"Que no muera en un día nublado y frío de invierno", escribió Amparo Dávila en Semblanza de mi muerte. Una premonición literaria, quizás, para tal evento que ocurrió hoy, 18 de abril, en primavera.
La escritora, un referente indiscutible del cuento fantástico en nuestro idioma, logró construir a través de su obra universos despoblado de certezas y habitado por los claroscuros de una realidad de fina sordidez.
Nació en 1928, en Pinos, Zacatecas, y como escribió Luis Mario Schneider sobre su infancia y su lugar de origen, "uno de esos tantos poblados mineros mexicanos que más parecen cuevas de fantasmas, traspasados por el viento helado, por días largos como años, por años inmensos e inmóviles como la eternidad. Ahí no se habita, ahí se inventa la vida por el único camino posible: la imaginación".