La reciente cinta del británico Sam Mendes debe su nombre al año en el que ocurrieron los episodios en los que se inspira. Los hechos fueron relatados por su abuelo quien sirvió al Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial. El cineasta decidió contar esta historia dando protagonismo a una hazaña técnica: un aparente plano secuencia.
El planteamiento es sencillo: dos jóvenes soldados de bajo rango tienen la misión de entregar un mensaje a las tropas en el frente para detener un ataque contra el ejército rival ya que, se sospecha, tienen planeada una trampa que ponía en riesgo la vida de 1600 elementos británicos.
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La cámara, sin cortes aparentes, sigue a estos ingenuos reclutas interpretados por los actoresDean-Charles Chapmany Georges Mackay. Es interesante como el punto de vista transita de la toma subjetiva a la objetiva con la intención que establecer una complicidad y empatía con el espectador. Hay grandes momentos en los que esto se logra con audacia; por ejemplo, cuando se desvela de forma sorpresiva el desolado campo de batalla.
Que haya un especial énfasis en la manufactura de la cinta sobre el resto de los recursos narrativos, las dimensiones, los ángulos y las profundidades de la película queden como cabos sueltos que, en el ajuste de cuentas, si resuenen como deuda en el espectador.
Este aspecto es curioso por dos sentidos: el primero de ellos son los personajes en la filmografía de Mendes, los cuales siempre tienden a ser seres complejos, deliberadamente enfrentados entre sus dilemas morales e intimidades, exhibiendo siempre sus claroscuros. Por el otro, al ser anécdotas familiares de primera mano de un sobreviviente de guerra, se esperaría una mayor presencia de los rastros de humanidad.
Esta es una historia de la Guerra Mundial cuidadosamente organizada y coreografiada donde todos los elementos de producción y creatividad están en su lugar. En su punto. Difícil no imaginar mientras se ve desde la butaca esta cinta, el momento en que su director gritó “action” y todas las áreas comenzaron a ejecutar como los engranes de un sofisticado reloj. Algunos videos que circulan en redes sociales constatan esta apreciación.
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Otro de los aspectos que no dejan de llamar la atención es el binomio establecido entre Mendes y su cinefotógrafo Roger Deakins. El trabajo de este último logra imprimir cierta belleza al devastador hecho de la guerra, asumiendo los retos prácticos de hacer transitar la cámara por espacios que se antojan inimaginables.
De lo que todo el mundo habla respecto a 1917 es sobre este aparente one shot, el cual está logrado con audacia y un ejercicio de edición sólido. Si bien es cierto que el cine tiene la particularidad de ser un arte mediado por la tecnología, no se debe dejar de lado la idea fundamental de contar historias.
La experiencia estética y cinematográfica que ofrece Sam Mendes en ‘1917’, no tiene desperdicio. También son extremadamente refrescantes y puntuales las participaciones, casi cameos de grandes estrellas del cine británico: Benedict Cumberbatch, Colin Firth y el espléndido momento de Andrew Scott en el que vemos un rastro de humanidad y reacción enloquecida provocada por la tensa calma de la guerra.
‘1917’ Dirige: Sam Mendes Escriben: Sam Mendes y Krysty Wilson-Cairns Actúan: Dean-Charles Chapman, Georges Mackay, Benedict Cumberbatch, Colin Firth y Andrew Scott Género: Drama, Bélico Duración: 119 minutos Premios: Globo de Oro a Mejor Película y a Mejor Dirección.