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Valeria Luiselli, escritora en letras chiquitas

En una visita exprés a la Ciudad de México para promocionar su reciente libro ‘Desierto Sonoro’, conversamos con la escritora de origen mexicano que aparece en la lista de lecturas de Obama.
lun 06 enero 2020 02:31 PM
(Obligatorio)
Luiselli aparece en los listados de los mejores libros.

“Estudiante y, abajo en letras más chiquitas, escritora”. Valeria Luiselli se ríe, encoge los hombros mientras con sus manos hace la mímica de quien escribe en un pedazo de papel y explica que así llenaba el espacio de “ocupación” en las formas migratorias que se entregaban en las aduanas. Quien es hoy uno de los referentes literarios de la actualidad comenzó a identificarse a sí misma como “escritora” de forma discreta y diminuta a bordo de un avión, el mismo medio de transporte que la trae de nueva cuenta “al DF” –sigue llamando así a la Ciudad de México– para presentar su reciente novela Desierto sonoro.

Un día antes de este encuentro, la autora de 36 años de edad dio una presentación a los libreros de una importante tienda en el centro de Coyoacán junto al emblemático café El Jarocho, un local que, cuenta, visitaba con alta frecuencia cuando era estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde realizó sus estudios. “Es un regreso de 10 años de distancia de haber vivido aquí: entre la nostalgia y la alegría de volver a casa”.

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Estas palabras, “volver a casa,” son clave en la obra de Luiselli. Se ha ocupado desde siempre del tema de la migración, la diáspora, el desplazamiento; las formas de irse. Ella que ha vivido brevemente en México y en diversos países de diversos continentes. Su tesis de licenciatura fue una crítica a la teoría de la justicia de John Rawls desde el punto de vista de la migración. Su primera publicación, Papeles falsos , gira sobre la idea del desarraigo de escritores y escritoras y también sobre los exilios lingüísticos. “Es un tema que llevo pensando desde muchos ángulos distintos toda mi vida”.

Sus dos recientes publicaciones se han convertido en un pulso profundo de la crisis migratoria que se vive entre México y Estados Unidos. Los niños perdidos, una serie de ensayos, y Desierto sonoro, una novela; ambos libros articulados por la experiencia de Luiselli como traductora en casos presentados ante la corte de Nueva York de niños migrantes que buscaban un abogado para no ser deportados.

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¿Cómo fue que llegaste a trabajar a la corte como traductora?

Estaba en un periodo en el que había pedido una green card y se había detenido todo mi proceso. Fue un periodo de espera muy frustrante en el cual, incluso, se venció mi visa anterior. Me acababan de dar una chamba dando clases en una universidad, pero a los dos meses tuve que renunciar porque no era legal. Estaba como en el limbo, entonces me puse a hacer trabajo voluntario en la corte en casos urgentes de los niños que llegaban a pedir asilo, urgentes porque tenían sólo 21 días para encontrar un abogado que los defendiese de ser deportados.

Trabajabas en esta novela y decidiste parar, escribiste entonces Los niños perdidos, ¿qué fue lo que ocurrió?

La novela se me reveló después de muchos intentos como que no era el espacio y ni la manera de hacer esa denuncia; entonces escribí Los niños perdidos , con la que pude hacer una denuncia muy al grano de lo que estaba viendo.

¿Cómo fue el proceso de decidir que no era el momento de escribir una novela?

Fue reconocer que estaba haciendo mal las cosas. Además, tomar un testimonio y trasladarlo a la ficción y decir que es ficción me parece éticamente desviado.

¿Hay códigos de ética para un escritor de ficción?

Yo creo que sí, pero no es un código único. Creo que es la labor ética de cada escritor plantarse frente a su material y preguntarse cuál es la intersección justa entre sus aspiraciones estéticas y sus puntos de vista éticos y políticos, cómo hacerle para que las aspiraciones estéticas no vayan en detrimento de la ética.

¿Y cómo regresaste a la novela?

Pues mucho más libre. Yo creo que las novelas pueden ser, por supuesto, políticas, pero una autora no puede instrumentalizar de esa manera una novela porque acaba escribiendo un texto ilegible, moralista, panfletario, sin la ambivalencia de una novela.

“Una novela tiene que tener poros por donde respirar porque, si no, una mente no puede entrar a habitar ese mundo.”
Valeria Luiselli, escritora

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Platícame sobre el título

En inglés se llama Lost Children Archive; yo no quería repetir el título Los niños perdidos porque se prestaba a una confusión innecesaria con el libro anterior y Desierto sonoro, que en inglés no suena bien, a mí me encanta y encierra muy bien la ambivalencia que puede significar un desierto lleno de sonidos, colmado de sonidos y de ecos o bien puede significar una situación desierta de sonidos, sin sonidos. En esa ambigüedad se juega buena parte de la novela. Es una novela sobre narrativas silenciadas y sobre cómo volverlo parte del mapa sonoro.

¿Qué otros pasos darás en ese sentido?

Estoy emulando a la narradora de mi libro, que es una documentalista sonora. Es un proyecto sonoro sobre la historia de la violencia hacia la tierra y hacia el cuerpo femenino entre la frontera México-Estados Unidos. Es una zona en donde mueren muchas personas al año, muchas mujeres, hombres también, por supuesto, pero quiero concentrarme en las mujeres porque son los cuerpos más borrados y las voces más silenciadas en toda esta historia siempre.

¿Será un proyecto más performático?, ¿de qué tratará?

Pensé que lo que necesitaba hacer era una reactuación, una recreación histórica. No voy a recrear con trajes del siglo XIX, no es eso lo que quiero, pero sí partir de ese componente teatral, ir a la frontera con 50 mujeres que serán el coro femenino que cuente la historia y hacer, con base en esas puestas en escena del texto que estoy escribiendo, un proyecto sonoro.

¿Regresas a Nueva York?

Sí, ahí está mi vida, ahí está creciendo mi hija y está creciendo muy bien, ahí está mi hijastro que está estudiando cine, mi madre... ahí está mi centro gravitacional y mi comunidad de amigos, pero sobre todo amigas; un grupo de notables cabronas políticamente involucradas, subversivas, con quienes tengo una conexión constante y con quienes estoy trabajando proyectos que me entusiasman mucho.

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