Tessa Ia
Sufro al ser testigo de la devoción creativa de Tessa a distancia, también de vivir separada de mi hermana, pero a veces el universo conspira y me regala ambas. Una vez que Tessa me visitaba en Nueva York, cruzando la alta noche sobre el puente entre Queens y Brooklyn, me preguntó si podía cantarme una de sus canciones nuevas. Entusiasmada, guiándome por la impresión que me dejaban los títulos que mencionaba, escogí uno al azar. Empezó con sus notas de tan tierna sabiduría. Suspendidas sobre un río que yacía tan atento como yo, me descubrí inmersa en llanto. La letra (que es lo que más me gusta de sus composiciones y ella lo sabe) de esa canción me hablaba directamente del amor que yo sentía por alguien que recientemente había fallecido. Las palabras de mi hermana hacían eco en mi corazón y le decían a él lo que yo ya no pude. Eso, pensé, es la prueba más grande de un artista, o de una hermana, el poder darle voz a alguien más, a quien por dolor o confusión o miopía no se ha visto claramente, y recordarle una eterna belleza. Gracias, Tessa, por traducir entre la vida y la muerte.
Por Naian González Norvind, actriz, escritora y hermana de Tessa.