Abraham Cruzvillegas
Abraham es más que un escultor, todo él es música, zapateado, huarache. Es albur, es microhistoria, es la inteligencia de una buena pregunta, el placer de una buena conversación. Abraham es el poeta de los objetos, y su curiosidad les da vida. No busca materiales caros ni lujosos, encuentra materiales cotidianos, o quizás estos lo encuentran a él, y parte de esto para construir o reconstruir una suerte de hogar en cada pieza. Tras una trayectoria en países como Corea, EU, Francia, Chile, Japón y México, no es coincidencia que lo hayan invitado a ocupar la prestigiosa Turbine Hall del Tate en Londres, donde su obra parte de la tierra misma para hacerla florecer dentro del museo. Y parado en la entrada, el día de su inauguración, me cuentan que le dijo a su primogénita: “Mira, hija, hasta acá llegamos los indios”.