La sobreexposición al sol acelera la aparición de arrugas y manchas en la piel. Esto ocurre porque los rayos UVB del sol afectan directamente a las células, específicamente al ADN celular.
Además, la radiación UV genera radicales libres, que son moléculas inestables que destruyen las proteínas en las capas más profundas de la piel, causando daño celular. Estas afecciones se manifiestan en síntomas como pérdida de densidad, flexibilidad, resplandor y tono de la piel. A ese proceso se le conoce como fotoenvejecimiento o photoaging.