La historia detrás de nuestra portada de #FuerzaMéxico
A Luz Noguez la sorprendió el sismo del pasado 19 de septiembre en la casa de sus padres, en Mixcoac. Las almohadas de la cuna de su sobrino saltaban por encima de los barrotes, mientras ella veía a su madre tomar al bebé en brazos para huir por las escaleras de esa casa que nunca se había estremecido tanto con un sismo. Sus padres se mudaron a esa zona justo en 1985, cuando –un mismo 19 de septiembre– un sismo de magnitud 8.1 en escala Richter acabó con su casa, cerca del Ángel de la Independencia.
Mientras trataban de dar con el escalón siguiente, ella y su madre veían cómo las puertas se abrían y se cerraban, pensaban que la televisión caería en cualquier momento, hasta que –por fin– lograron salir a la calle. “Fue muy largo y sólo podía pensar que si se sintió así de fuerte en Mixcoac, debía haber estado horrible en otras zonas altamente sísmicas”, recuerda.
Esa noche, como muchos otros, Luz no pudo dormir; tomó una mochila y fue directo a Ciudad Universitaria, en donde se estaban concentrando brigadistas dispuestos a acudir a cualquier punto de la ciudad –o fuera de ella– en la que se necesitara ayuda. Así llegó a Ámsterdam y Laredo en la Condesa.
Luz se unió a las largas filas por las que pasaban cubetas con cascajo, otras más con ropa que el edificio escupió tras el sismo de magnitud 7.1 y muchas, muchas botellas con agua para apoyar a esos otros que se esforzaban por sacar vida de los escombros. “Nunca fui pensando en rescatar a alguien porque cada quien sabe lo que puede hacer, de lo que es capaz. Yo sólo fui para prestar mis manos y cumplir con lo único que podía tener en la mente: ayudar como fuera, haciendo lo que fuera”, cuenta.
Antes de que llegara el ejército o la policía a esta zona de la colonia Hipódromo, Luz y cientos de ciudadanos comenzaron las labores de rescate. Ahí Luz alzó su puño apelando al silencio durante eternos minutos, deseando con todas sus fuerzas que quien fuera que estuviera debajo de los escombros estuviera con vida. Esa fue la imagen que vio Pedro Pardo, fotógrafo de la Agence France Presse (AFP), cuando la retrató junto a otros jóvenes que ayudaban en las labores de rescate en la zona. “Tomé varios retratos de gente en la zona pero elegí su imagen, al momento de edición, porque en su mirada emanaba luz”, comenta. Fue así que el rostro de esta joven de 32 años fue uno de los que se convirtió en la imagen de la solidaridad del mexicano alrededor del mundo, de gente que dejó todo para presentarse en las zonas de siniestro o en los centros de acopio y así tender una mano, personas que dejaron de lado las diferencias que una sociedad como la nuestra ha construido durante décadas y mudarlas a un solo propósito: salvar vidas.
Luz, traductora e intérprete independiente de 32 años, dejó a un lado su seguridad, su confort y junto con muchos otros demostró que la solidaridad es algo que viene en el ADN del mexicano.