¿Por qué no creen los mexicanos mismos en el futuro de México… por qué?

La pregunta se cuela entre asientos y hace eco en cada rincón del Auditorio del Centro de Estudios Japoneses de la Universidad de Guadalajara. Se instaura entre pensamientos y charlas y termina por revolver el estómago de cada uno de los presentes mientras Akira Yamada, embajador de Japón en nuestro país, la repite, como intentando tatuarla en la mente del mexicano.

Hoy, todos tenemos una certeza para empezar a responderla: estamos en tiempos de crisis (nuestras madres, sabias entre las de su género, dicen que no conocemos otros)… pero, no estamos solos. En tiempos donde los conceptos «unión nacional’’ y «solidaridad’’ llenarán mesas y sobremesas… no estamos solos. En tiempos donde resistir parece ser el camino correcto para defendernos de la agresividad que el empresario que ocupa la Casa Blanca ha manifestado contra su «indefenso’’ vecino… no estamos solos.

Antonio Caño, director del periódico El País, apostó hace unos días por lanzar una editorial global a manera de sentencia: es tiempo de defender a México. Un llamado a alzar la voz ante la agenda racista y xenófoba de Donald Trump (que incluye un muro, impuestos, presiones empresariales y deportaciones masivas como metas), basada en agredir, amenazar y humillar a nuestro país. Una convocatoria de solidaridad para estrechar lazos con un socio que sufre el acoso de un político sin política y que, evidentemente, no puede hacer frente solo ante una potencia mundial.

“Creo que los mexicanos no se dan cuenta de su potencial como pilar de Latinoamérica porque viven comparándose con Estados Unidos (hay que acotar: y porque subsisten problemas muy graves como la corrupción), pero en términos comerciales y culturales, su país es una potencia y una grande. Hay que creérselo”, responde el escritor peruano Santiago Roncagliolo (Premio Alfaguara de Novela 2006) cuando le lanzo la pregunta de Yamada: ¿de verdad sólo nos falta creérnosla?

La llamada unión nacional, que pide a gritos que aumente el consumo de producto local, que demanda se haga sentir presente nuestra dignidad a través de
Presidencia y que apela a la solidaridad como un argumento ante las políticas del presidente espectáculo, le falta asumir una responsabilidad, explica Roncagliolo:
la autocrítica. Ya no se trata sólo de crear alianzas o buscar socios comerciales. Hoy, se trata de convencer al mundo de que los mexicanos tomarán las riendas del país. De convencer al mundo de que salir en nuestra defensa no es sólo un acto de sociedad global, sino la mejor decisión para el futuro del mundo en tiempos de Trump. Que ya no basta con colaborar con nosotros, sino con adaptarse y resistir porque esta batalla se expandirá y llegará un día a sus fronteras, les guste o no.

Hoy, que somos vistos como un puente entre el sur y el norte, todo se resume en resistir, algo que hemos aprendido por décadas y que hoy tenemos que enseñarles a nuestros aliados. Enseñarles que nuestra grandeza no está en un taco o en una canción, sino en esa capacidad y sinónimo de resistir: no rajarse.

“El mexicano puede doblarse, humillarse, ‘agacharse’ pero no ‘rajarse’, esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad”, sentenciaba Octavio Paz y hoy que llegó la hora del examen final hay una sola pregunta de por medio, que no se vale contestar con humo y hay que asegurar que en cada respuesta estará una pizca de grandeza. Una pizca de certeza para poder alzar la voz y decir: sí, México ES grande.

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