Yalitza Aparicio... ese nombre ya contiene un mundo difícil de asir en unas cuántas palabras. Mujer oaxaqueña, la segunda de cuatro hermanos, desde muy niña ya trabajaba ayudando a su padre a vender su mercancía, cuidaba también de sus hermanos cuando su mamá salía a trabajar. Pero eso no le impidió estudiar y graduarse como normalista. Yalitza, a pesar de su dulzura, es valiente y arrojada, por eso cuando Luis Rosales (director de casting de Roma) llegó a su comunidad para hacer una audición, su curiosidad por el mundo la llevó hasta el día en que Alfonso Cuarón la invitó a ser la protagonista de esta película.
Sin saber mucho del universo en el que se adentraba abrazó a su personaje, Cleo, con una convicción que he visto pocas veces. Para el segundo día de rodaje ya había comprendido perfectamente la dinámica de la filmación y nadaba como un pez dejando a todos asombrados. Yalitza contiene al mismo tiempo cualidades que podrían ser contradictorias; es suave y es fuerte. Sus convicciones son de hierro así como el orgullo por su origen y, sin embargo, tiene una sed de conocimiento que la hacen tener siempre los ojos abiertos.
A Yali nada la achica, puede con el mundo que se abre ante sus pies sin perder la serenidad y la gran sabiduría que la guían como una brújula perfecta. Alguna vez alguien dijo: “Nunca había visto que alguien pudiera construir un personaje que proyectara de esa forma a una buena persona”, y a pesar de que ella construyó a una Cleo totalmente distinta a sí misma y supo conectar con el mundo de la actuación como si fuera su segunda naturaleza, también es una buena persona. Alma de oro, como yo le digo. Lo que más la entusiasma de la vorágine que está viviendo es ser capaz de inspirar a otras mujeres y hombres a realizar sus sueños, a sentirse orgullosos de sus raíces, su trabajo y su tierra. Yalitza viajará por el mundo, conquistará corazones y dejará un legado, siempre digo que podrá hacer lo que quiera y, sin embrago, seguirá siendo Yalitza Aparicio la hermosa persona y la bella mujer que nació en Tlaxiaco.
Por Marina de Tavira, actriz