La primera vez que vi a Marina en el teatro, fue en la magnífica obra de Sabina Berman Feliz nuevo siglo doktor Freud. Era evidente su naturalidad para moverse en escena. Ágil, inteligente, de belleza auténtica. No era una joven promesa, era la promesa de una actriz sólida, de larga carrera.
Luego la ví caminando por las calles de Coyoacán, rumbo a la Casa del teatro. Su porte y elegancia se notaban a la distancia. Me llamó la atención su sencillez y su prisa entusiasta.
Después tuve la suerte de trabajar con ella y confirmar lo que veía de lejos: Marina es una actriz que trabaja por convicción, con una disciplina inigualable y un gusto por el estudio para crear un personaje. Encontrar sus ojos en escena es encontrar una cómplice para reír, divertirse, llorar, cantar y sortear adversidades.
Mujer culta, generosa, discreta. Amante de la lealtad y la congruencia. La lectura, los viajes y los buenos amigos. Madre amorosa, entregada y presente.
Llegó ROMA y con ella un reconocimiento avasallador. Un reconocimiento que es, sobretodo una gran celebración a toda su carrera. Y entonces esa promesa se convirtió en una certeza. Marina es una actriz para toda la vida...
Por Irene Azuela, actriz y amiga de Marina