Una hermana es un espejo y su opuesto. No recuerdo dónde leí esta frase que me remite a Sofía, a quien conozco con la transparencia de una infancia en común, pero sigue siendo una caja de sorpresas.
Sofía es líder del grupo. De niña interpreté al doctor y al paciente, según su elección, y heredé con entusiasmo los vestidos que dejaba. Así, como yo, la han seguido en la caja de sorpresas –conciertos en Rockotitlán y ópera en Verona, filantropía y clubes de lectura, un sinfín de perros y algún look extravagante– tantas personas atraídas por su sentido del humor irreverente, su hogar generoso, su sentido de novedad.
Sofía es mamá de sus maravillosos Alberto y Ale y madrina de mi maravillosa Laia. Es también una gran interiorista. En su trabajo veo su capacidad creativa –no hay dos proyectos iguales– y su obsesión por el detalle, la línea impecable que une madera y mármol en una mesa. En el espejo y en lo opuesto, gracias, hermana.
Mónica Aspe, hermana de Sofía