Dicen que la vida es el arte del encuentro y sin duda así es. Cómo olvidar aquella vez que la conocí y vi a esa niña de siete años en el lugar que se convertiría en su segundo hogar y su gran pasión: un campo de golf.
Alegre, bromista, intentando jugar al golf con quien se dejara, el chiste era jugar, eso sí, ya era buena para el futbol, lo lleva en la sangre pero, sin duda, el golf es lo suyo.
Algo que define a María como deportista son su tenacidad, dedicación, disciplina y perseverancia para lograr sus metas.
Mañanas frías en el campo, pero siempre con una gran sonrisa ante sus adversarios, para quienes tiene una palabra de apoyo o un consejo de amiga.
El camino no ha sido fácil, he sido testigo de esos días difíciles de un mal juego o simplemente el golf no se da, y ante estas situaciones ella siempre dice: “No perdí, aprendí”. Y como bien dice, sigue aprendiendo y conservando esa humildad que la hace ser grande como persona a su corta edad.
Andrés, Fabi y ese trío de amorosos hermanos son su vida, su motor, su familia, quienes siempre la acompañan y apoyan con el alma y el corazón sin importar la distancia. Verdaderamente son un gran equipo.
Como hija y hermana, la más amorosa, cariñosa, tierna y solidaria, siempre con una palabra de apoyo o con un abrazo que lo dice todo. Disfrutando al máximo cada momento que pueden pasar juntos.
Y como amiga es divertida, alegre, cariñosa, leal, siempre al pendiente de cada uno de sus amigos, siempre presente todos en su corazón. Es una dicha disfrutar de su amistad.
A unos meses de concluir la universidad en Arkansas, María dará inicio a un sueño hecho realidad, una meta trazada desde su infancia, jugar ya como profesional, demostrando que está preparada para esto. Estoy segura de que dará lo mejor de ella en el campo, decidida a dar un buen juego por ella y por su país que tanto ama: México.
¡ÉXITO MARÍA! ¡ERES GRANDE!
Laura Romero, amiga de María