Mi mamá es un torbellino de pasión dentro y fuera de la cocina. Es una mujer con hambre por descubrir, sensible, amorosa y detallista, que nunca deja de sorprenderse (y sorprendernos) apreciando las cosas más simples de la vida. Para ella lo más valioso está en lo más simple, cada visita a un mercado la sorprende y cada viaje la inspira.
Su generosidad y amor han sido unas constantes en mi vida y la de mis hermanos. Desde chiquitos vivimos en una casa llena de música, flores frescas y comida exquisita –cada momento de nuestras vidas, desde los lunches que nos mandaba a la escuela, hasta las cenas en viernes, eran un festín–. Su pasión por la cocina comenzó en casa de su abuela y desde allí siguió la locura que no ha parado hasta el día de hoy.
Por ella hago lo que hago, como lo que como y disfruto lo que disfruto.
Eduardo Plaschinski, hijo de Karen
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