Dicen que cada cabeza es un mundo, pero esto no aplica a Tamara Trottner: ella es una galaxia. Es más, sospecho que Tam no está hecha de carne y hueso, sino de voces. Su corazón bombea curiosidad y, en vez de latir, enuncia vocablos.
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Pocas personas son tan voraces y veloces lectoras. Y más pocas aún, han crecido al mismo tiempo que la historia que nacieron para contar. Yo tuve el privilegio de asistir al alumbramiento de su novela Nadie nos vio partir, publicada recientemente por Alfaguara.
No fue un parto común porque no hubo embarazo: hubo una niña esponja que absorbió, padeció, atesoró y maduró en su interior las pasiones y los secretos de los seres mortales que la rodeaban. Y después, en su edad adulta, por venganza o por redención, los inmortalizó.
Es decir, convirtió a personas en personajes, el silencio en prosa y el miedo en poesía. Tamara creció con su libro adentro. O quizás adentro de su libro.
¿Qué hay en su tintero? Lecturas añosas y abundantes, sabiduría ancestral, una mirada fresca, tenacidad, vuelo poético, un oído absoluto y un cementerio lleno de gatos muertos de purita curiosidad. Nadie nos vio partir es su ópera prima. Y es un novelón. No dejen de leerla.
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Fotografía: Olga Laris
Coordinación: Paulina Kohn y Mercedes Abascal
Maquillaje: Ivonne Robledo
Peinado: Albertto Campos
Diseño de set: Alonso Murillo + Séptimo Murillo
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