El día que conocí a Samantha fue hace casi 3 años; ella acababa de abrir Vida Alegre. Alguien me dijo que había una mujer trans que acababa de abrir una casa para personas mayores LGBTTTIQ+, e inmediatamente fui a verla. La encontré con una sonrisa de oreja a oreja invitándome a entrar. Su sueño fue crear un lugar donde las personas mayores de la diversidad sexual pudieran reunirse a platicar y compartir historias.
Todas las mañanas, diligentemente abría la casa, preparaba el café, acomodaba tazas y galletas y se subía a una silla para colgar sobre la ventana una bandera del arcoíris (yo la miraba, entre infartado y fascinado, por la vitalidad que mostraba a los 85 años).
En su octava década de vida (todo un triunfo para una mujer trans vivir tanto) decidió, oficialmente, salir del clóset para crear Vida Alegre. Al paso del tiempo, se llenaba de un hermoso bullicio, de personas compartiendo historias, explicando sus identidades, cantando y riendo. Y en el centro de todo, dando la bienvenida siempre con una sonrisa, Samantha, ya no solo conocida entre la comunidad LGBTTTIQ+, sino siendo un icono del activismo en pro de las mujeres trans y de las personas mayores y una celebridad en portadas de revistas y anuncios espectaculares. “Yo un día no voy a estar, pero Vida Alegre aquí va a seguir”, dice sin el menor temor. Yo creo, de todo corazón, que Samantha, de una u otra forma, siempre será parte de Vida Alegre.
Samantha es una mujer extraordinaria: se atrevió a abrir su corazón y dejarnos entrar y descubrirla en toda su belleza: una que es visible en ella misma, en sus acciones, en sus palabras y en su activismo. Es un honor caminar a su lado y aprender sobre el maravilloso viaje que es su vida. Gracias, Samantha, por mostrarte única y sin miedo, y enseñarnos tanto sobre entrega, crecimiento y amor.
Fotografía: Olga Laris
Coordinación: Paulina Kohn y Mercedes Abascal
Maquillaje: Ivonne Robledo
Peinado: Albertto Campos
Diseño de set: Alonso Murillo + Séptimo Murillo