Escribo estas líneas a una mujer única y vital. “Ruthy”, como le decimos quienes la amamos, es una madre sensible, talentosa, esclava de sus gatos, actriz de nacimiento y coleccionista de carcajadas. Una amiga que combina elementos disímiles e incluso irreconciliables para reinventar las fronteras de todo lo que la rodea, desde lo familiar hasta lo laboral; por ejemplo, en una semana puede y debe aprenderse de memoria la vida y obra de un artista plástico internacional, pero también memorizar y actuar un guion para televisión.
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Esa capacidad de movimiento y absoluta adaptación al entorno cautivan a todo aquel que la conoce. Una mujer que admiro por realizarse simultáneamente en un contexto complicado siendo fiel a sí misma y sin caer en las garras de la vanidad ni en protagonismos huecos. De su padre heredó la capacidad de asombro y disfrute de las cosas sencillas; de su mamá, la paciencia y una maternidad cariñosa.
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. A sus hijos les transmitió el amor por la vida, el respeto por el mundo, la importancia de ser empáticos y simpáticos. Ruth se toma en serio a las personas, escucha, transforma y ayuda.
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