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Millenials, l@s nuev@s niñ@s bien (Parte 1)

¿En qué se diferencian los “niños bien” de ahora de los de antes? De su puño y letra, la escritora Guadalupe Loaeza nos ayuda a responder en esta guía para (tratar de) entenderlos.
mar 16 junio 2015 09:00 AM
¿En qué se diferencian los “niños bien” de ahora de los de antes? De su puño y letra, la escritora Guadalupe Loaeza nos ayuda a responder en esta guía para (tratar de) entenderlos.
Niños bien ¿En qué se diferencian los “niños bien” de ahora de los de antes? De su puño y letra, la escritora Guadalupe Loaeza nos ayuda a responder en esta guía para (tratar de) entenderlos. (Foto: Óscar Ramos)

Para describir a los nuevos “niños bien” de ahora, hemos de decir que la palabra “bien” no tiene la misma connotación que antes, la cual describía fielmente el perfil de este pequeñísimo sector de la sociedad mexicana. Actualmente son niñosbien ricos”, “bien irresponsables” y “bien desapegados” de todo aquello que tiene que ver con la educación, la tradición y los valores. Su expresión favorita es “me vale”.

Los “niños bien” de antes eran más educados, más convencionales, pero quizá más ignorantes que los actuales. A pesar de que viajaban mucho, se les resbalaba la cultura. Vivían en una especie de limbo voluntario. Todo era aparentar. Vivían en otro México, mucho más seguro y fácil. Y guardaban herméticamente los “secretos de familia”, que con los años se les aparecían como montañas gigantescas. No les gustaba salirse de su medio ni tener trato social con gente que no era de su código postal. Eran superficiales y frívolos. Más que narcisos, estaban orgullosos de sus múltiples apellidos. Su autoestima dependía de lo que ellos consideraban su rancio abolengo. Actuaban como si pertenecieran a un club privado, en el cual la entrada estaba prohibida a los que consideraban de “clase baja”. Eran extremadamente racistas, clasistas y excluyentes.

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¿Cómo son los nuevos niños bien?

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1. Son egoístas y egotistas

Como escribió la revista Time sobre esta generación, conocida como la “The Me, Me, Me Generation”, está compuesta de “vagos, dependientes económicamente y narcisistas que todavía viven con sus padres”. Estos jóvenes en Estados Unidos son conocidos como “millenials”. Son egocéntricos, egoístas, egotistas (tienen un sentimiento exagerado de su propia personalidad) y obsesionados con la fama. Todo el día se intercambian fotos entre ellos en el “Face” y se cuentan todas sus intimidades.

2. Son reinitas y reyecitos

La nueva generación de papás trata a sus hijos como reinitas y reyesitos. Todo les conceden. Los padres se mueren de risa si les faltan al respeto. Los consideran ingeniosos, chistosos y “buena onda”. Se diría que están fascinados con que “los patos le tiren a las escopetas”. Y comentan entre sus amigos: “Santiago es vivísimo para el business. Se tutea con los más picudos. No se le cierran las puertas. Todavía no entiendo con qué dinero pagó sus vacaciones en Las Vegas. Ya es dueño de tres lofts. Y le sobran las viejas”.

Sus héroes son Donald Trump, Bill Gates y Carlos Salinas. Los nuevos “papás bien” son consentidores a morir. Hacen todo por convertirse en “los mejores amigos” de sus hijos. Cuando van a Antara, les compran todo lo que ven a su paso. Lo mismo sucede cuando van a los malls a Estados Unidos. Presumen de sus hijos como si fueran coches último modelo. Muchos de ellos los mandan a estudiar al extranjero y les hablan diario por su celular. Claro, los visitan una vez al mes.

Los “millenials” no necesitan a nadie, pero viven con sus papás. Y dependen de las tarjetas de crédito que les facilitan sus padres. De hecho tienen dos extensiones, la de “papi” y la de “mami”.

3. Se sienten poderosos

Las nuevas “niñas bien” tienen conciencia de su mundo privilegiado desde que tienen 10 años. Le hablan horrible a su mamá, a su nana, a sus tías y a los maestros. Imitan a todas las artistas de E! y a algunas nacionales, que salen en las telenovelas. Su imagen las obsesiona; ya se quieren operar la nariz, pero sobre todo se quieren poner bubis y parecerse a la protagonista de “Sex and the city”.

Es evidente que tantos privilegios los alejan de la realidad del país en el que viven. El hecho de contar con guardaespaldas los aleja aún más y les reafirma su poder. Allí está el ejemplo de la “Lady Profeco”. Al exigir una mesa en el restaurante sabía que sus guaruras estaban afuera en la calle y esto, seguramente, la hacía sentir todopoderosa. Están tan acostumbradas a la presencia de los guaruras que ya ni los ven. Forman parte de su paisaje personal. Con el tiempo, muchas de ellas establecen una relación de dependencia a tal grado que cuando no están rodeadas por ellos se sienten vulnerables, inseguras, feas y -lo que ya no soportan- se sienten como alguien común y corriente.

Lady Diana es un título legítimo de la aristocracia inglesa, pero la “Lady Profeco”, además de que es una burla para demostrar que es todo lo contrario que lo que debe ser una dama, representa la prepotencia, el mal gusto, la vulgaridad, la ignorancia, pero sobre todo la impunidad. Las “ladies de Polanco” son el espejo de una nueva clase social basada en dinero recién adquirido.

Sin duda hay cada vez más categorías de juniors. Y se multiplicarán. Sin embargo, también se observa como fenómeno social negativo. Cada vez más se ven más ridículos, obsoletos, cursis y provincianos.

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4. Las niñas, con el mismo look

Una de las reglas de oro del manual personal de las niñas bien mejor aprendidas desde su infancia es el buen gusto. El buen gusto no nada más en lo que se refiere a su comportamiento, sino en su forma de vestir. Su look es inconfundible, personalizado y sofisticado. Es tan característico que una puede detectar a la típica niña bien, a cualquier distancia por lejana que ésta sea, en cualquier aeropuerto del mundo, de cualquier país, así se trate de los países orientales. Una niña bien nacida en China tendrá los mismos códigos para arreglarse que una niña bien de San Luis Potosí: muy poco maquillaje, un excelente corte de pelo, tinte y “luces” en tonos dorados muy discretos, uñas con barniz transparente, piernas y brazos perfectamente depilados y ligeramente bronceados.

Respecto a su vestimenta, suelen recurrir a muy buenas marcas (sin logo) y para sus weekends les divierte comprarse su ropa casual ya sea en Zara, Massimo Dutti o en H&M de Santa Fe. En relación a sus accesorios, éstos pueden ser desde una pulsera y collar de eslabones de plata de la boutique Tane, y cadenas y aretes más atrevidos de Daniel Espinosa, hasta el imprescindible collar de perlas de tres hilos heredado de su mami y la medalla de la Virgen de Guadalupe de troquel antiguo, regalo de los abuelos por sus 20 años.

En su enorme waking closet no pueden faltar the little black dress (el vestido negro muy simple de coctel de marca Max Mara o Adolfo Domínguez), suéteres (de cuello “V” y de “tortuga”, de cachemire), un impermeable de Burberry’s, un saco tweed (con coderas en gamuza), un saco de piel Ferragamo estilo blazer, pantalones negros, cafés y color gabardina, blusas de seda, de lino, de piqué y algodón, en todos los colores y estilos (rayadas, con lunares, con bordados, con sus iniciales y de puños) y varios pares de jeans de marca, bolsas Mandarina Duck o Louis Vuitton, Carolina Herrera y Adolfo, mascadas Hermés, botas de piel, las de montar, sus sandalias de plataforma, sus mocasines, y sus zapatos más finos para salir en la noche de Chanel.

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