La comedia francesa, o las aventuras de François Hollande
Julie Gayet. "¿Quién es ella?", se preguntaban varios medios internacionales cuando la revista francesa Closer reveló el viernes 10 de enero una relación amorosa entre el presidente francés, François Hollande, y esta actriz de cine y televisión de bajo perfil. Una mujer que de la noche a la mañana ocupó las pantallas, las búsquedas en internet y las páginas de la prensa, y no precisamente por sus dotes artísticos.
En un reportaje ilustrado con fotos sobre el nuevo affaire que tiene entretenida a la sociedad francesa -ya han pasado casi tres años de la "telenovela" Dominique Strauss-Kahn y la mucama senegalesa Nafissatou Diallo-, se documentaba que monsieur le président llegaba en scooter, acompañado por un guardaespaldas y en medio de la noche, hasta un departamento propiedad de una amiga de la actriz, ubicado en un elegante distrito de la capital francesa, a unas cuantas calles de donde despacha y duerme -cuando no lo hace con Gayet-, esto es, del Palais de l'Élysée.
Y sí, a corta distancia de su actual compañera, la poco querida Valérie Trierweiler, quien terminó en el hospital por un golpe de depresión, o más coloquialmente, por el "bajón" que le dio la noticia de la infidelidad de su marido -los primeros rumores datan de marzo de 2013-, quien arriesga su vida y oficio en la nocturnidad de las calles de París, mientras ella duerme.
Si hasta ahora nadie fuera de Francia sabía quién era Gayet, la pasarela mediática y la curiosidad se encargarán de ponerle cara y biografía; dentro, en cambio, Gayet ha dejado de ser actriz, para convertirse en la mujer que, aparentemente, lleva más de un año sosteniendo una relación con el hombre al que los franceses votaron para enderezar el rumbo de una nación en crisis que ha visto caer en los últimos años su aureola de refinamiento, tradición y cultura. Recordemos al presidente bling-bling, como se le conoce en Francia a Nicolas Sarkozy, por su estilo nuevo rico, un tanto barriobajero, que no tenía empacho en llamar imbécil a un agricultor, ni en irse a cenar en la noche de investidura a uno de los restaurantes más caros de París.
Por lo pronto, y para aprovechar el tirón de la revelación y, por tanto, de una popularidad súbita, la revista francesa Elle no ha tardado en coronarla llevándola a su portada del pasado 17 de enero, con el título "Julie Gayet: actriz y mujer comprometida, una pasión francesa", con una foto de archivo en la que la actriz sostiene el mentón con el puño, con cierto aire de inocencia y hasta se diría de "mosquita muerta", que da qué pensar de su compromiso y pasión, esto es, si con la actuación o con su nuevo amor, el presidente.
El oportuno reportaje sobre la nueva "pasión francesa" comparte páginas interiores con otro acerca de Florence Cassez, quien podría haber perdido en la balanza del scoop editorial para foto de portada en contra de Gayet (en otras palabras: la amante presidencial "mata" a la mártir del ex presidente).
De Cassez se relata la vida "rehecha", a un año de salir de la prisión en México ; curioso término, el de rehacer la vida, porque al parecer Julie Gayet quería aplicarlo con Hollande, dado que su propio ex marido, el argentino Santiago Amigorena -ex también de Juliette Binoche- ha salido en su defensa diciendo que Gayet, madre de sus dos hijos, es muy fuerte, no ha engañado a nadie, y se encuentra muy tranquila con todo el asunto.
Muy tranquila, tal vez, pero Julie ya ha comenzado un proceso de demanda contra la revista que parece estar matando su amorío secreto, Closer, proceso del que el presidente, temeroso de perderlo por su incapacidad de distinguir, en tanto hombre público, la delgada línea que une vida privada y vida pública, se ha abstenido.
Para condimentar más la comédie française, Ségolène Royale, antigua compañera de Hollande, con quien tiene cuatro hijos, ha salido al paso, también en su defensa, tratando de meterle una estocada a su adversaria, Trierweiler, diciendo que se debe "pasar página" del nuevo affaire. Sí, es cierto, todo parece muy complejo y muy liberal en la vida amorosa dentro del Palais d'Élysée. Royale, se recordará, también quiso ocuparlo hace siete años -al palacio; a Hollande ya lo había ocupado, pero sin casarse con él-, pero perdió las elecciones frente a Sarkozy.
OH LÀ LÀ!
Esta nueva comedia de enredos ha comenzado a dar de qué hablar por toda Europa y los medios han festejado el banquete: el titular más a la moda y que explica casi todo lo que está pasando con la vida política francesa -y sexual- es un revelador: "Oh là là!".
El desprestigio de la vida sentimental de los hombres públicos deberá juzgarlo la moral, cosa que a los franceses les tiene un poco sin cuidado; lo que preocupa en Francia, en cambio, es la crisis, no precisamente amorosa, del actual presidente: casos de corrupción de miembros de su gabinete, poca credibilidad, mucha debilidad y nada de consenso. Lo que se preguntan muchos franceses hoy, no es quién es Julie Gayet, sino quién es ese hombre ligero, François Hollande, a quien en los pasillos de los ministerios llaman Flamby en alusión a la marca francesa de flanes industriales Flanby, por su consistencia gelatinosa y sin carácter, ese hombre del que se presume tiene un hijo escondido con Anne Hidalgo, candidata del partido socialista a la alcaldía de París en las elecciones municipales de marzo de este año. Oh là là!
Lo que el pueblo francés juzga en el comportamiento de Hollande no es que este haga con su vida sexual lo que quiera, sino que en medio de la tormenta que cae sobre Europa, el hombre al que eligieron para dirigirlos, se tome con tan poca seriedad su puesto, aun cuando las encuestas le dicen que anda muy, pero muy bajo. Lo que juzgan, pues, es al hombre político cuyo eslogan de campaña fue "El cambio es ahora"; al hombre que prometió ser "un presidente normal" (uno se imagina que no se refería a montar la scooter para irse con su amante en plena madrugada, haciéndose pasar por un repartidor de pizza) y que en el último debate por la presidencia, el 2 de mayo de 2012, enfrente de Sarkozy (el aún presidente), se atrevió a decir: "Yo, presidente (todavía no lo era), haré que mi comportamiento sea a cada instante, ejemplar".
Resulta paradójica, la sintaxis y el momento que utilizó para hablar de ejemplaridad, porque cuando François Hollande lo mencionó frente a 60 millones de franceses, incluido Sarkozy, acababa de conocer a Julie Gayet. "un hombre formidable".
El flechazo entre François y Julie se dio a principios de 2012, cuando se conocieron en un desayuno informal organizado por el partido socialista; no se sabe si fue inmediato y mutuo, pero sí que Gayet se comprometió como una entusiasta partidaria de la campaña presidencial de Hollande, objetivo velado de aquel desayuno.
En un video que serviría de apoyo a la figura presidencial, como se hacen tantos de las figuras públicas por organismos que trabajan para el gobierno en cualquier país del mundo, la propia Gayet, con una sonrisa de enamorada y ojos chispeantes, cuenta haber conocido en aquella ocasión, refiriéndose al que entonces era candidato a la presidencia, "a un hombre humilde, verdaderamente formidable (...) muy atento a todo y muy receptivo". Gayet se deshace en elogios hacia Hollande, como si hablara de su marido, de quien se dice impresionada por su oratoria, por sus discursos, por sus convicciones.
Una de las palabras más llamativas de aquella entrevista sin preguntas, que se narra en primera persona, es la que utiliza para describir la convención de investidura de Hollande como presidente, ante los miembros de su partido y seguidores, en octubre de 2012, a la que Julie acudió con lugar en primera fila. Gayet dice, siempre sonriente, moviendo su rostro, casi emocionada, que aquello fue "mágico". En su breve intervención dentro del vídeo-promocional de la figura de Hollande, de un minuto y 40 segundos, Gayet termina diciendo que, desde que lo conoció, hasta esos días en los que se rodó el clip propagandístico, François Hollande ha seguido siendo el mismo, como queriendo decir que la fama y el poder no lo han cambiado; pero más aún, como queriendo decir que ella, Julie, ha terminado por conocer a François muy bien, tal vez mejor que la propia mujer de aquel, la hospitalizada Valérie Trierweiler.
VOILÀ!
El affaire parece haber sido muy simple: una actriz, un desayuno informal, una campaña electoral, una colaboración comprometida con el futuro presidente... Voilà!: los encuentros, un romance, el amor, una pequeña moto perdida en medio de la noche atestiguada por un guardia motorizado que les lleva croissants bajo la luna de la ciudad más hermosa del mundo.
¿Tráfico de influencias?
El diario satírico francés Le Canard enchaîné reveló que Julie Gayet formaría parte del jurado de la Villa Médicis 2014, una institución de Francia ubicada en Roma, que selecciona cada año a sus residentes a fin de que desarrollen proyectos artísticos.
La revelación obligó a las autoridades del ministerio de cultura francés a dar un paso atrás y eliminar a Gayet del jurado, antes de que las malas lenguas dijeran lo que todos ya suponen: que la amante presidencial estaba ahí por órdenes que venían "de muy arriba".
"Tradición" presidencial
Es conocida la tolerancia de la sociedad francesa respecto a los affaire sobre el comportamiento sexual de sus hombres y mujeres del poder. Sucedió con Valéry Giscard d'Estaing (presidente de 1974 a 1981), a quien se le atribuyeron muchas amantes. En un libro, Giscard d'Estaing hizo alusión velada a que la propia Lady Di había sido sensible a sus encantos.
François Mitterrand mantuvo en secreto durante todo su mandato (de 1981 a 1995) a una hija nacida de una relación paralela a la que tenía con su mujer, Danielle. No se quedó atrás Jacques Chirac (1995-2007), conocido por su debilidad por las mujeres. Ni Sarkozy, que se casó con la Bruni apenas dos meses después de que lo terminara su mujer. Ni, trágicamente, el hombre que a punto estuvo de ser presidente, el antiguo patrón del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, que quiso convertir su delito de 2012 en "cosa privada".
Pero los franceses, que han perdonado escándalos recientes, comienzan a pedir cuentas: dónde empieza la vida pública, dónde la vida privada de un presidente, cómo afecta la una a la otra. La sociedad, escudriñada con cámaras y leyes, se interesa cada vez más en saber qué clase de personas son esas a las que elige para gobernarla. ¿Qué sigue? El debate está en la mesa.