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El nuevo Papa: lo que tuvo que pasar para que viéramos humo blanco

La elección del Papa es uno de los procesos más enigmáticos; ninguno de los candidatos puede hacer campaña ni decirlo públicamente. Pero, ¿qué tiene que pasar par ver el esperado humo blanco?
mié 13 marzo 2013 09:20 AM
La elección del Papa es uno de los procesos más enigmáticos; ninguno de los candidatos puede hacer campaña ni decirlo públicamente. Pero, ¿qué tiene que pasar par ver el esperado humo blanco?
Benedicto XVI. La elección del Papa es uno de los procesos más enigmáticos; ninguno de los candidatos puede hacer campaña ni decirlo públicamente. Pero, ¿qué tiene que pasar par ver el esperado humo blanco? (Foto: Getty Images.)
Aspectos del cónclave de 2005, cuando se eligió como Papa a Benedicto XVI.
Aspectos del cónclave de 2005, cuando se eligió como Papa a Benedicto XVI.

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El Vaticano emprende el proceso para elegir al sucesor de Benedicto XVI.

Desde las votaciones hechas en 1978 en las que se eligió a Juan Pablo II se prohibieron dispositivos de grabación y se ordenó que antes de comenzar se hiciera una inspección en la Capilla Sixtina para localizar micrófonos y cámaras ocultas, sin embargo, es sabido que el proceso para elegir al nuevo Papa consiste en lo siguiente: Los cardenales hacen un sorteo para elegir a tres encargados de recoger las papeletas entre los presentes, y a otros tres que revisarán los resultados. Se distribuyen las papeletas, de forma rectangular y con la leyenda impresa Eligo in Summum Pontificem, que significa Elijo como sumo pontífice.

Los cardenales escriben el nombre del candidato en la mitad inferior de la papeleta y la doblan por la mitad. Uno por uno, por orden de antigüedad, se acercan a un altar y ceremoniosamente depositan sus votos en un cáliz.

El voto es secreto, sin embargo, las boletas se cuentan ante la vista de todos. Un cardenal necesita el voto de dos terceras partes más uno para lograr el papado. Si no hay un ganador, se repite una vez más la votación durante el primer día.

Después de cada votación, las boletas se colocan en la chimenea. Si nadie resulta electo, se vierte sobre ellas una sustancia química para hacer que salga humo negro. Esto permite a las personas que esperan abajo, en la Plaza de San Pedro, enterarse de que todavía no hay un nuevo Papa.

Si alguno resulta elegido, no se les añade ninguna sustancia química, y el humo permanece blanco, de manera que se comunica al mundo que el cónclave ha elegido a un nuevo pontífice.

Las votaciones se repiten una y otra vez hasta que haya un elegido. Los cardenales pueden emitir su voto hasta cuatro veces en el segundo y tercer día, según las normas de votación establecidas por Juan Pablo II.

Al final del tercer día, si todavía no hay un nuevo Papa, los votantes hacen una pausa para un día de oración, discusiones y amonestaciones por parte de uno de los principales cardenales. Este día de recuperación lo estableció Juan Pablo II.

La votación puede continuar durante otras siete rondas. Si no logran ponerse de acuerdo en este punto, Juan Pablo II determinó que el resultado necesario para elegir a un nuevo Papa sea la mayoría absoluta (el 50% más un voto).

La votación entonces será una segunda vuelta entre los dos candidatos con mayores votos en las anteriores votaciones.

La declaración final de un ganador queda sellada dentro de un sobre y archivada, y solo se puede abrir por orden del Papa. El elegido debe aceptar la decisión para que sea válida. Una vez hecho eso, el decano le pide que elija un nombre papal. El cardenal de mayor antigüedad anuncia desde un balcón, ante la multitud reunida en la plaza, que hay un nuevo Papa. Se le une el nuevo pontífice para bendecir a la multitud y al resto del mundo.

Los anteriores papas han sido nombrados durante una ceremonia de coronación, sin embargo, Juan Pablo II y Benedicto XVI la rechazaron. Ambos fueron investidos en una misa en la Catedral de San Pedro.

2005: las reacciones de los congregados al ver el humo blanco salir de la chimenea.
2005: las reacciones de los congregados al ver el humo blanco salir de la chimenea.

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