El trago amargo para los niños
Unos minutos después del fatídico anuncio , Margarita Zavala de Calderón llegó al departamento de los Mouriño Escalante. A Marigely le costó trabajo reconocer a la primera dama de México: ésta traía un casco en la cabeza pues había tenido que recurrir a un aventón en la moto de su escolta para esquivar el tráfico que el accidente había generado en toda la zona. “Yo todavía le preguntaba: ‘¿Y si no? ¿Y si sólo está herido?’ –platica la viuda de Mouriño–. Ella me abrazaba, también muy afligida, con mucho dolor y me decía: ‘Qué más quisiera, pero es cierto’”. En un abrir y cerrar de ojos la casa estaba hasta el tope. Todo mundo estaba ahí: los papás y hermanos de Marigely (que habían volado desde Campeche en el avión que les facilitó el gobernador Jorge Carlos Hurtado), algunos padres del colegio de los niños (que pertenecen a los Legionarios de Cristo), los amigos (Ernesto Cordero, secretario de Desarrollo Social; Jordy Herrera, subsecretario de Energía; y el vocero presidencial, Max Cortázar), etcétera.
“Yo no quería salir del cuarto. Los niños seguían durmiendo y eso de alguna manera me dio la tranquilidad para poder aceptarlo sola, sin la presión tan fuerte de ellos...”, narra Marigely titubeando y con lágrimas.
Llegó la mañana siguiente y con ella el trago más amargo para la joven viuda, de 36 años: decirle a los niños que su papá había muerto. Tempranito Iván se apareció en el cuarto de su mamá. Era evidente que algo raro pasaba pues no era normal que todos los tíos estuvieran en su casa de México, y mucho menos a esa hora (incluso una de sus tías había venido desde Maracaibo, Venezuela, donde vive). En cuanto Marigely le dijo “Hijito tengo que hablar contigo”, él se tapó hasta la cabeza con la colcha y le respondió: “No mami, no quiero saber nada, mañana me dices”. Ya presentía lo que venía.
Así que ella se metió debajo de las cobijas con él y se lo dijo. “Obviamente se puso a llorar. Hasta ahora puedo decir que es el más afectado de mis tres hijos”.
Siguió María. Cuando lo supo, la niña rompió en llanto, hasta que alcanzó a ver a la esposa de Arcadio (funcionario que también viajaba en la avioneta) y a sus hijas. Entonces le preguntó: “Mamá, ¿mi tío Cacho iba con él?” Y contrario a lo que Marigely pensaba, vio en la cara de su hija un gran alivio cuando ésta recibió una respuesta afirmativa. “Ah, papito no murió solo, iba con un amigo”, dijo. Y paró de llorar.
“Y el pequeño está muy chico, tiene tres años. Le expliqué que su papito se fue al cielo, aunque no llega a dimensionar lo que eso significa. Fue muy doloroso decirles, pero encontré las palabras y estamos muy unidos; estoy con ellos siempre y para todo”, asegura mientras se limpia las lágrimas la mujer con la que Mouriño compartió toda su vida.