Marinela Servitje se pinta de colores
Marinela siempre fue distinta. Mientras los niños preferían los juguetes, ella se divertía interpretando a Oliver Twist en las obras de teatro que montaba con sus cinco hermanas.
En los 70, las parejas gastaban sus fines de semana en ir a bailar y al cine, pero ella y su entonces novio, su esposo Fernando Lerdo de Tejada, viajaban al valle de Mezquital (Hidalgo) para ayudar a los indígenas otomíes.
A principios de los 90, cuando los museos eran cosa del gobierno, ella, invitada por Cecilia Occelli de Salinas, quien era la primera dama de México, decidió participar en una campaña de recaudación de fondos para crear un museo privado: El Papalote.
Marinela consiguió 40 millones de dólares para echar a andar el recinto del "toca, juega y aprende". Asumió su dirección en 1993 y hoy, 17 años después de haber emprendido esta tarea, la filántropa por excelencia deja el Papalote y emprende una nueva aventura con la organización Compromiso Social por la Calidad de la Educación, con la misión de construir una propuesta educativa y conseguir el apoyo de los candidatos que se postulen a las elecciones presidenciales de 2012.
Pero esta exitosa mujer no abandonará la causa que la empuja desde hace casi 20 años, ya que en paralelo pondrá en marcha Siete Colores, Diseño Interactivo, una consultoría especializada en la creación de espacios públicos que asesorará a gobiernos estatales y a la iniciativa privada para construir parques, museos y acuarios.
Desde ya, tiene trabajo, pues en Coahuila está asesorando la construcción de La Serpentina, un museo para niños que se ubicará en Torreón. También pretende retomar la construcción del Acuario Nacional en el Parque Bicentenario en el DF.
DE SHAKESPEARE A LOS CAMBIOS SINDICALES
Marinela creció en una familia donde lo importante eran los juegos no los juguetes. Con hermanas mayores conocedoras de Shakespeare, la socióloga se la vivía explorando las maletas llenas de disfraces que había en su casa y representando todo tipo de roles. "A mí me fascinaba, aunque siempre me daban el peor de los papeles", cuenta entre sonrisas.
Sin embargo, no toda la infancia fue tersa. Los problemas llegaron en la primaria, cuando como alumna del colegio bilingüe Medici (dirigido por madres ursulinas) se topó con un modelo demasiado esquemático para la niña que disfrutaba personificar a Oliver Twist. "Siempre sentí la escuela muy estructurada, me encajonaban demasiado. No saqué buenas calificaciones en primaria", rememora.
Afortunadamente, llegaría la secundaria en El Covadonga, un plantel liberal en el que madres españolas proporcionaban una educación vanguardista y ponían en la mente de los alumnos las semillas de la conciencia social. "Era una secundaria comprometida con los pobres, que te hacía pensar. Fue clave para mí", puntualiza.
Ahí se gestaría lo que hoy hace que Marinela deje la dirección del Papalote Museo del Niño para incorporarse de lleno a la presidencia del Compromiso Social por la Calidad de la Educación (cargo que ocupa desde hace dos años). Esta agrupación está formada por empresarios, académicos y el propio Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
"Estamos trabajando las metas de educación que se les van a entregar a los partidos y a los candidatos. El cambio de gobierno es una excelente oportunidad para que los candidatos, del partido que sea, se den cuenta que gran parte de la problemática de este país proviene de la deficiente educación pública o privada, afirma.
Para ella el principal reto, además del diagnóstico sobre la realidad del aparato educativo en México, es convencer a los responsables de que si no le dan prioridad a la educación, los problemas seguirán surgiendo y se agravarán los existentes.
Hay más. Marinela está convencida de que el modelo tradicional de enseñanza se agotó. Nada de aulas donde el maestro esté al frente, cuando la idea es interactuar. Nada de catedráticos, los niños y jóvenes necesitan un coach. La enseñanza de materias debe transformarse en desarrollo de habilidades y pensamiento crítico. Todo esto, vía libros, sí, pero también, con herramientas tecnológicas como coadyuvantes.
Este modelo de enseñanza ya ha probado su eficacia en colegios como el Carol Baur, en Lomas Verdes, y el Tomás Moro. "Marinela tiene en sus manos el poder de convocar pasiones y esfuerzos por el bien de México", dijo Sandra Maldonado Baur de Rivero Borrell, directora del Carol Baur.
Por su parte, Marinela reconoce que el cambio educativo también pasa por transformar al Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (SNTE). "Necesitamos un nuevo modelo sindical, nadie dice que se pierda el derecho de asociación, pero tienes un sindicalismo nuevo, donde lo que les preocupe sea el aprendizaje de los niños y jóvenes. Hay que cambiar en lo pedagógico, hay que cambiar en lo estructural", puntualiza.
LOS HIJOS DEBEN CRECER
La oficina de Marinela, en El Papalote, delata su personalidad. Un lugar sobrio, bien iluminado, con una larga mesa donde se apilan los intereses convertidos en libros: Clasemediero de Luis Rubio y Luis de la Calle; Basta de Historias de Andrés Oppenheimer, la revista Nexos... "Me gusta poner todo bonito", reconoce.
Al Papalote no sólo lo puso bonito, como su directora, Marinela logró un récord impecable: 600 donantes, 40 millones de visitantes y tres museos móviles que llegaron a 27 estados (aunque por ahora sólo queda uno en operación).
La salida de la socióloga implicará nuevos retos para el Papalote. Su consejo tendrá que asumir nuevos retos para sacar adelante a este hijo adolescente.
"El que yo resolviera tantos asuntos hizo que el propio consejo estuviera en una situación tranquila, porque decían: ‘Marinela lo va a resolver'. Ahora, el museo va a madurar, como un buen adolescente que necesita menos a su mamá", indica. Pero como ella no es una mala madre no abandonará a su hijo, se integrará al Consejo de Fundadores, será asesora externa y, acompañada de su nieta, regresará para disfrutar de sus lugares favoritos: el Jardín Maya y el Domo Digital.
LOS SIETE COLORES DE MARINELA
Esta mujer tiene la creatividad en el ADN, lo cual quedó de manifiesto desde su niñez, cuando el sobrenombre que le asignaron sus hermanas (en realidad se llama María Elena) sustituyó a Pimpinela, el nombre original de la empresa de pastelitos empaquetados propiedad de su padre, el empresario Lorenzo Servitje.
Para seguir emprendiendo nuevos proyectos, fundó Siete Colores, Diseño Interactivo, una empresa privada, aunque afirma: "No voy por la parte lucrativa, voy por seguir creando espacios."
Como directora del Papalote, Marinela brindó asesoría para la construcción del Museo del Futbol y el Salón de la Fama, en Hidalgo.
Ahora, desde Siete Colores luchará porque las familias recuperen el gusto por los espacios públicos, sean museos, acuarios o parques. Porque, en su opinión, es mejor rehabilitar parques que distribuir playas artificiales o pistas de hielo por toda la urbe. "La ciudad debería apostarle a sus parques, si ya los tiene, lo mejor es rehabilitarlos", aclaró.
Y nos contó que si ella fuera Consuelo Sáizar, directora del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), haría museos itinerantes y cumpliría así con el dicho que reza: "Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma".
Son casi las ocho de la noche en la oficina de Marinela. La dejamos para que disfrute sus últimas horas en este museo en el que aprendió a amar hasta sus bodegas.
LOS SECRETOS DE MARINELA
Perfume favorito: cualquiera con aroma cítrico.
Color favorito: el rosa mexicano.
Lugar favorito en el Papalote: el Jardín Maya, el Domo Digital y la Megapantalla IMA.
Museos favoritos: El Papalote; Museo Miraikan de Ciencias en Japón y el Museo de Ciencias en Londres.
Parque favorito: Parque Fundidora de Monterrey.
Lo que más admira de su esposo Fernando Lerdo de Tejada: se toma en serio las cosas.
Texto tomado de la edición 237 de la revista Quién.