Michael Jackson su voz fue su condena
No pudo haber sido otro su destino. Desde su gestación, Michael Joseph Jackson no escuchaba otra cosa sino música y más música. Antes incluso de su formal nacimiento, dentro de su madre, Michael debió haber vibrado con los ritmos propios del soul y blues que tanto le gustaban a su padre y de los cuales eran muy aficionados el matrimonio Jackson.
Lo que realmente sorprendió a su madre, cuando se dio tiempo para escucharlo con calma apenas su pequeño Michael cumplió los tres años, fue la cristalina entonación y la melodiosa voz que arrastraba al cantar. Ese singular tono que quedaría grabada para siempre con la lastimera interpretación de Ben, del soundtrack de la película homónima, la cual sorprendió a su madre con tal emoción que se convirtió en su primera promotora. Los Jackson contaban orgullosos que su madre lo escuchó cantar “Please, please, please” del célebre intérprete del soul, James Brown, e inmediatamente presionó a su esposo para que lo escuchara y se maravillara de su voz. Michael, además, sorprendió al querer imitar los frenéticos trazos dancísticos del legendario Brown.
El inicio de una aventura
El nacimiento del Rey del Pop, de esa estrella niño prodigio que seguirá alumbrando, se dio en un cálido verano en el oeste de los Estados Unidos, justo en el condado de Gary, en Indiana. Ahí, al filo de las tres de la tarde, Michael Joseph nacería el 29 de agosto de 1958. Era el séptimo de nueve hijos creados por Joseph, un obrero aficionado a la música y su esposa Katherine, ferviente devota del protestantismo y leal ama de casa.
La llegada de Michael no sería del todo bienvenida. A finales de los cincuentas la segregación racial en los Estados Unidos era la comida de todos los días. Y en el condado de Gary, con una población no mayor a las 50 mil personas, la división de clases era aún más profunda. La ciudad industrial ocupaba la mayoría de su población afroamericana como mano de obra barata, entre ellos al mismo Joseph, quien trabajaba como conductor de grúas en la fabricas metalúrgicas de la ciudad.
El papá del Rey del Pop aprendió a tocar guitarra en su juventud y nunca dejó de ver en la música la posibilidad de escalar económica y, con ello, obtener reconocimiento social y liberarse de la marcada discriminación contra los afroamericanos. Autoritario, machista, nada cariñoso pero sí enérgico y disciplinado hasta la médula, esa imagen paterna acompañaría Michael Jackson durante toda su vida.
Se juntan los Jackson
Encerrados en la casa marcada con el 2300 de la calle que hoy lleva su nombre, en uno de los periféricos barrios del condado de Gary, los hermanos Jackson vivirían la dicha de ser famosos desde sus primeros años. Su madre Katherine, solapaba que sus hijos mayores tomarán sin autorización el tesoro más preciado de su esposo, una guitarra eléctrica que guardaba celosamente en el armario, para que jugaran y soñaran con ser estrellas de rock. Era mucho mejor resistir el enojo del papá que permitir a sus hijos salir a vagabundear por el entonces osco barrio. Antes incluso de que Michael balbuceara sus primeras palabras ya había visto y escuchado a sus hermanos interpretar y ensayar las canciones de moda.
Esa afición, heredada y religiosamente alimentada por su padre, maduró en uno de los grupos familiares más célebres de la música disco: The Jackson Five. El mismo jerarca se encargó de diseñar y entrenar a sus hijos. Cuando escuchó el canto de su pequeño Michael no dudo en integrarlo al grupo junto a sus primeros cuatro hijos Tito, Jackie, Jermaine y Marlon, quienes en un principio se llamaron Ripples & Waves. Michael, de apenas cuatro años, los solía acompañar con las percusiones. Pero después de demostrar sus dotes como cantante, sustituyó a Jermaine en la primera voz y al grupo Ripples & Waves le añadieron el Plus Michael.
Los primeros éxitos estaban por llegar. Con sus hijos, a quienes Joseph sometió a una férrea disciplina al grado de distraerlos de sus estudios escolares y someterlos a largas horas de entrenamiento y baile, The Jackson Five llamaron de inmediato la atención al triunfar en los pequeños locales y bares de la localidad. Michael dejaría los juegos y las tareas escolares por los primeros triunfos en concursos de aficionados. A los 10 años, Jackson viajó a Nueva York para pisar por primera vez el emblemático teatro Apollo. Desde entonces la alfombra roja lo acompañaría.
Tras esa actuación en el Apollo, el productor musical Bobby Taylor los presentó y logró que el afamado Berry Gordy, dueño de la igualmente célebre casa disquera Motown, que había logrado posicionar en el gusto estadounidense a los más reconocidos cantantes afroamericanos, los contratara de forma definitiva. En el anécdotario familiar, se dice que Gordy se sorprendió al escuchar la voz y ver bailar al pequeño Michael en vídeos caseros que le hicieron llegar.
La poderosa disquera arropó a The Jackson Five con tanto ahínco que no dudó en echar toda sus cartas. Un año después, en octubre de 1969, grabarían su primer sencillo, “I want you back”. La misma Diana Ross, a quien Michael admiraría al extremo de querer emular su imagen, sería la madrina del lanzamiento. El éxito fue inmediato: lograron ocupar el primer lugar de preferencia musical en todos los Estados Unidos. Así nació la “jacksonmanía”. Así despegó el Rey a las alturas de ícono.
La etapa de maduración
Con la adolescencia, la voz de Michael se transformó a niveles de barítono. Su rango vocal se extendía hasta 4 octavas. Todo un prodigio. Es célebre la frase que le acuñó Frank Sinatra: “Jackson es el único cantante masculino que es mejor que yo”. A los 13 años, esa voz sorprendió con la interpretación de “Ben”, inspirada en la rata que dio pie a la película. En solitario, Jackson grabó el álbum Got to be there . Con ello, cada vez se hacia más evidente su primacía en el grupo y su inminente separación para buscar nuevos caminos como solista. En 1972 hay dos cambios significativos en la vida de los Jackson. Su éxito obliga a su familia a trasladarse a vivir a Los Ángeles y cuatro años después, en 1976, firmarían un nuevo contrato con la casa Epic, de la poderosa CBS. Es también el tiempo que Jermaine deja definitiva el puesto de primera voz del grupo para salir y cederle el paso al hermano pequeño. El grupo vuelve a cambiar el nombre por el sencillo Jackson´s. Pero la semilla de la independencia apenas empezaría a germinar. Michael inicia el camino de grabar discos en solitario. Y con ello, su propia independencia. Su padre resiste y presiona. No desea que la empresa profusamente paternalista se vaya al cadalso. Michael doblegado ante la presencia autoritaria de su padre y los consejos de sumisión de su madre, cede a sus órdenes. Esperaría a cumplir la mayoría de edad para iniciar el camino de independencia musical, artística y creativa que no lo dejaría de por vida.
El rey prepara su coronación
Y justo a los 20 años, Michael logra su consagración como solista con el disco Off the Wall, editado en 1979. Un año antes, los Jackson habían conocido al Quincy Jones, productor y antiguo interprete de jazz que de inmediato vio en Michael un potencial de éxito y de ventas. Con la producción de ese álbum, Quincy coloca a Michael en la cima, vende millones de copia y su figura cobra mayor empuje que incluso Stevie Wonder o Marvin Gaye, íconos de la música negra en Estados Unidos.
Tres años después, en 1982, Michael grabaría Thriller, el disco más vendido de todos los tiempos con 750 millones de copias : el momento de su coronación como el Rey del Pop y como figura central de la desenfadada década de los ochenta. Fue una pesada corona que le llegaba en su plena juventud. Cumplía con su destino, pero, a sus 23 años, Michael dejaba atrás una infancia arrebatada a golpe de aspiración de clase e impuesta por disciplina. Ya en la cima, dueño de sí, buscaría encontrar un camino de retorno a esa infancia. Decidió no crecer más. Interpretar lo más fiel posible a su particular Peter Pan. Y se internó en ese mundo, el Neverland, ese paraíso del nunca jamás que alimentó con fantasía, magia no exento de excentricidades y locuras.
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