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La relación entre Calderón y Juan Camilo

Cuando se conocieron en Campeche, hace 12 años, Felipe lo regañó por decir una trivialidad, pero poco después iniciaron una relación muy sólida.
sáb 08 noviembre 2008 06:00 AM
Cuando se conocieron en Campeche, hace 12 años, Felipe lo regañó por decir una trivialidad, pero poco después iniciaron una relación muy sólida.
Felipe Calderón y Juan Camilo Mourió Cuando se conocieron en Campeche, hace 12 años, Felipe lo regañó por decir una trivialidad, pero poco después iniciaron una relación muy sólida. (Foto: Archivo Quién)

Escucho de nueva cuenta la cinta que contiene la entrevista con Juan Camilo Mouriño y, además de ideas ordenadas, sus palabras dejan escapar admiración por Felipe Calderón. Es julio de 2006. Estamos en el Sanborns de Parroquia y Coyoacán y nadie imagina la profundidad del encono que nacerá de la apretada elección presidencial. Juan Camilo, entonces a punto de cumplir 35 años, no se desvive en alabanzas a su jefe. Comparte, en cambio, anécdotas, vivencias que dan pistas sobre cómo fue que surgió la colaboración que devino amistad entre el joven campechano y el hoy Presidente, relación que la muerte truncó el pasado 4 de noviembre.

“Ahí fue mi primer regaño de Felipe… Han venido varios más en el camino… Me picó el orgullo, como lo sabe hacer”. El casete libera a un Mouriño divertido en la remembranza, en el recuerdo de cómo se conocieron en Campeche, en 1996; de cómo al panista de cepa le chocó el argumento trivial que Juan Camilo utilizó para explicar su presencia en una comida de proselitismo. Dijo que estaba ahí porque prefería comer de gorra que hacerse un sandwich en su casa.

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Habla Mouriño: “Felipe lamenta que habiendo tenido yo la oportunidad de prepararme, que habiendo regresado (de estudiar en el extranjero) y teniendo el ejemplo de mis padres que estaban ahí, pues que mi motivación fuera tan pobre. Y dice que particularmente quienes somos jóvenes, a quienes la vida nos ha dado la oportunidad de prepararnos, somos quienes mayor responsabilidad tenemos”.

De ese regaño nació una carrera en la política. Calderón le visitaría un año después. En un mitin de cierre de campaña, frente al PRI más cerril, el entonces presidente nacional del PAN respaldó a Mouriño, candidato a diputado local por el quinto distrito. Desde entonces, sus adversarios espantaban con el petate de la nacionalidad española. Le publicaron copias de un pasaporte español y pedían que “le aplicaran el 33”. El apoyo fue al estilo Calderón: con cuestionamientos. En la concentración no estaba previsto que hablara Juan Camilo. La gente pedía a gritos que sí fuera orador. “Te juro ca… que yo no lo orquesté”, dice Mouriño que le explicó al michoacano cuando éste le reclamó los gritos de la gente. “Prepárate”, le advirtió Felipe unos minutos antes de cederle la palabra y arroparlo: si se meten con Mouriño se estarán metiendo con todo el PAN nacional, empezando con su presidente. Días después, Juan Camilo se convertía en el primer diputado de oposición, elegido por mayoría, en la historia de Campeche.

CUANDO CALDERÓN LE INSISTIÓ La ola foxista los reunió de nuevo. Mouriño llegó a la Cámara de Diputados como parte de la cuota de la asociación Amigos de Fox y Calderón fue designado líder de los blanquiazules. Serán quinientos diputados, pero contar, contar, lo que se dice contar, pues sólo cuentan aquellos legisladores que pertenecen al núcleo de los líderes de las bancadas. “Yo no era parte de la burbuja de Calderón. Acaso de la burbuja ampliada”, explicaba Mouriño, que creía que su participación en las negociaciones del presupuesto y en la comisión de energía llamaron la atención Felipe, quien se lo quiso llevar a Banobras cuando asumió ese puesto en marzo de 2003. No gracias, respondió Iván, como también se le conocía.

Calderón, famoso por sus insistencias –obtuvo el sí de Margarita, su mujer, tras un larguísimo cortejo–, lo buscó de nuevo. De vacaciones en España, a través de internet, Mouriño se entera de que Felipe ahora era secretario de Energía y acepta regresar a México para convertirse en asesor del michoacano. En ese escaparate comenzaron a hablar de una candidatura presidencial que Fox quiso aniquilar con un regaño público. Felipe rechazó la humillación y renunció: con ese acto de dignidad amalgamó en torno suyo a Juan Camilo y a un puñado de jóvenes que derrotarían al Presidente y al más importante líder de izquierda en muchos años. De cómo lo lograron habló largo en aquellas entrevistas.

EL PRESIDENTE LO ELOGIABA Pasaron dos años y los conceptos de Calderón sobre Mouriño no cambiaron nada, pero la realidad no puede ser más distinta. Noviembre de 2006, entrevista en el Marriot con un animado presidente electo. “Muy capaz, muy inteligente. Capaz de articular y de tomar decisionesacertadas en circunstancias adversas, y además ejecutarlas; un buen coordinador”, eso dice de Juan Camilo.

Noviembre de 2008, un solemne y enlutado mandatario lee sin perder nunca la compostura: “Juan Camilo era, entre otras muchas cosas, un hombre concentrado en sacar adelante las tareas que se le encomendaban (…) Un Secretario de Gobernación que (…) encontraba siempre los medios para lograrlo”.

El silencio de esa mañana en el Campo Marte solo es roto por las palabras que Calderón dirige a un féretro color caoba, al que identifica una foto de un sonriente Mouriño. Nadie pueder creer que esto esté pasando.

Estaban representantes de los poderes de la Unión. Estaban adversarios y familiares. El gabinete y diplomáticos. Empresarios y gobernadores. Y estaban, además de los ataúdes de quienes con él murieron en el avionazo, sus colaboradores, sus amigos. Amigo, palabra que usó el presidente en tres ocasiones en el discurso en el que defendió la honra del funcionario caído. Amigo, la palabra con que se comunican entre ellos y hacia afuera los miembros del compacto grupo que llevó a la Presidencia a Calderón. Amigo, el apelativo de los integrantes de la “burbuja” de Los Pinos, esa que nunca dejó de presidir Juan Camilo…

Difícil decir qué parte de ese acto del 6 de noviembre era del amigo para el amigo y cuál parte era lo más cercano que hemos visto a un funeral de Estado desde el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Ambos impulsos confluyen cuando en la guardia final son Calderón y Margarita Zavala, por un lado, y el subsecretario de Energía Jordy Herrera y el vocero presidencial Max Cortázar, por otro, los que montan homenaje en torno del ataúd del campechano, de su amigo. Aquí es preciso pedir al sociólogo italiano Francesco Alberoni algunas palabras: “El amigo ha de ser abierto, lleno de vida, divertido, no debe aburrir ni abrumar. La amistad debe ser fresca, ligera, incluso cuando es heroica. La amistad dice siempre, incluso delante de la muerte: ‘no hay de qué’’.

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